lunes, 24 de septiembre de 2012

Efemérides

Un día como hoy, pero del año 1947, nacía en París, entre los escombros de la Hispano Suiza, un discreto emprendimiento editorial. El sello Grandes Maestros Desconocidos

Desde el primer momento, aún cuando el denso cortinaje de la impopularidad, la novelería y el escaso interés literario de la época, hacía innecesario cualquier ejercicio de discreción y retraimiento, el Concejo Editor de GMD permaneció en las sombras. Esta actitud justificada en un breve prefacio, que antecedió las tres primeras obras publicadas, como un sincero interés por salir de escena y dejar al lector a solas con los personajes y su devenir, se hacía imprescindible, según lo explica el propio Concejo Editor, debido a la naturaleza pública de dos de sus miembros.

Según se da a entender a través de la magra elocuencia de esos prefacios, la integración de este órgano tendría mucho que ver con que la sede del emprendimiento fuera la ciudad de las luces, la vieja Lutetia de Lautréamont, aunque gran parte de su obra estaba publicada en castellano.

Entre las singularidades de este sello, que tuvo su auge en los últimos años de los 50 y que de alguna forma llegó a destellar en el albor de los 60 -sobre todo con la publicación póstuma de Quand l'aube nuageux del malogrado escritor lituano Oskaras Milašius- podemos contar el infrecuentísimo hecho de que publicara traducciones al castellano de obras que no tenían edición en su idioma original. Este hecho, para mí sorprendente y revelador del claro fin que llevaba a estos misteriosos lieratos de la época (este último predicado es una asunción mía, que no encuentra un solo documento que la apoye) a encender esta antorcha en épocas aún oscuras, cuando el polvo de los escombros no se había asentado aún y permitir entrever en medio de la bruma insana, las siluetas de quienes habrían quedado del otro lado de la Libération, parece no haber despertado interés alguno en las escasas referencias periodísticas que motivó el emprendimiento.

El crítico Georges Duckell refiere en un brevísimo ensayo, que era la delicia de la biblioteca de mi tioabuelo,  el carácter marcadamente impopular del sello, casi explícitamente declarado en las primeras palabras de presentación. Citando de ese volumen, que amablemente conservo, decía allí el Concejo Editor: «Antes de que la idiotez apresure los pasos hasta la tercera guerra, es preciso rescatar de los anales inexistentes del silencio, ciertas palabras que, aún cuando pocos puedan valorar en su altísima gracia y osadía, merecen no morir sin ser presentadas, dar a luz y comenzar su carrera del destino. Tan sólo eso pretende este [...]» (aquí termina la cita de Duckell).

¿Se puede ser más antipático, pregunto, que hablar de la próxima guerra cuando aún los sobrevivientes no acaban de animarse a festejar con franqueza el fin de la última? Duckell lo dice con gran lucidez, y yo concuerdo: GMD es la antítesis declarada de los sellos populares.

Así, publicó irregularmente una veintena de títulos que no pasaron de ser conocidos en círculos escuetos allegados a la crítica, al alcoholismo y también, en algunos casos, al academicismo, hasta donde el propio sello se ocupaba por hacer llegar las obras al salir de la imprenta.

El breve auge mencionado se dio en 1957 con la publicación de Chapeux Chinoise; rara nouvelle que debemos al Tte. Verulam, seudónimo aceptado de Graham Greene, escrita directamente en castellano. También, según Duckell, aunque no he podido confirmarlo, Eric Ambler incurrió este camino con una obra que prefiguraría en todo su posterior Una cierta angustia.

No hace tanto que reseñamos aquí Una Merkel para Jonny, del uruguayo-canadiense Antonio Fergus. Voces hay que quieren asimilar GMD a otros Grandes Maestros Desconocidos y auguran un resurgimiento del renovado o transmutado Concejo Editor al cumplirse los 65 años de su fundación. Quizás, cumplido el plazo, sea este recuerdo de su rara gesta editora, el poco esperado renacer del sello.

2 comentarios:

  1. Yo creo que habría que ubicar ese prefacio. Despues, por otro lado, talento no falta por estas tierras.

    Realmente qué feo hablar de la próxima guerra.

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  2. Seguramente, astllr, serán estos esfuerzos de ayer fugaz aliento que pasó como ave
    que no deja
    ni rastro de sus alas en el viento.

    Sospecho que el artículo en el que está basada la entrada contiene varias inexactitudes, tengo, por otras fuentes, referencias (cuánto más sensatas, si no fiables) de que la obra publicada por GMD no era de Graham Greene sino de Paul Bowles, de quien no me extraña que dominara el castellano, en su pasaje marroquí.

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