"Una náusea a priori"

Diálogos Livianos en la Barbacue
Breve Intermezzo.
Palabras extraídas del programa radial Dial-Logos-Up conducido por el periodista Sócrates Muniz , pionero de la radiofonía de El Prado, que hasta hace algún tiempo se podía escuchar en las madrugadas del barrio.


– …

– Las personas que recurren a la violencia, física o psicológica, para hacer prevalecer sus ideas sobre los demás, me provocan una náusea a priori.

– ¿Y qué opina del “Che” Guevara?

– Opino que las personas que recurren a la violencia, a las armas, para que sus ideas prevalezcan, me causan una náusea a priori.

– Y qué piensa de Artigas.

– Bueno, lo que ocurrió en el Departamento de Artigas hay que analizarlo con detenimiento…

– José Artigas.

– El general José Gervasio Artigas es un personaje excepcional…

– ¿Cómo decide qué generales son buenos y cuales le causan náusea?

– Bueno… Bien… Artigas es bueno.

– Es toda una partición.

– ¿Perdón?

– Quiero decir que está dividiendo a los generales en dos categorías perfectamente definidas; completas y disjuntas.

– La gente que, como Artigas, lucha por sus ideales, conforma, sí, una categoría aparte en la historia humana.

– ¿Qué opinión le merece Posadas, derrotado por Artigas en la batalla de Las Piedras?

– Bueno, él no tenía más alternativa que dar batalla.

– Fue a la lid sin convicción, entonces. ¿Cree que por eso fue derrotado?

– No. No lo creo. Él luchaba con convicción.

– Podríamos decir que fue una batalla entre dos hombres de esa categoría especial, entonces.

– Mire, usted me quiere confundir. Pero no lo va a lograr. Déjeme decirle que no todas las convicciones son correctas. No alcanza con tener un ideal. Tiene que ser justo y elevado. Cualquiera tiene un ideal. Hasta Hitler tenía uno.

– Eso lo comprendo. ¿Podemos repasar esta lista de conflictos que, oportunamente, traigo conmigo? Así, usted nos indica qué bando es el que lleva la justicia, y tomamos el lado de los buenos.

– No, espere. Espere un momento. Yo sería muy soberbio si pretendiera que puedo determinar en cada caso qué es justo y qué no, ¿se piensa que soy Salomón?

– ¿Usted no sabe, entonces?

– Algunos casos, sí. La Batalla de las Piedras, es uno de esos casos.

– Ok. ¿Tiene más?

– Todas las guerras independentistas, por ejemplo, son reflejo de una voluntad genuina del ser humano, la voluntad de determinar su propio destino.

– La del país Vasco, digamos.

– No confunda, Sócrates. Una cosa es la guerra, y otra muy distinta el terrorismo.

– A ver, senador, explíquenos un poco más. Explíquese.

– Y es claro, m’hijo. Hay en la guerra un conjunto de códigos, que no tiene el terrorismo. Un respeto por, bueno, por determinadas cosas.

– ¿La prensa, la Cruz Roja?

– Sí, por ejemplo.

– Ajá. Entonces, no alcanza con el motivo del conflicto armado. También cuentan los mecanismos.

– Lógico. Es aberrante que personas que no están formando parte de ningún cuerpo armado, sean atacadas de forma cobarde mientras van a trabajar. Hombres, mujeres, niños…

– Los niños no irán a trabajar, imagino senador…

– A la escuela. Bueno y algunos, desgraciadamente, van a trabajar.

– Sí, senador. Estoy informado de ello. ¿Eso le provoca náusea, entonces? Que se tome como rehenes del enfrentamiento a mujeres, a niños, incluso a hombres que no están participando del combate, ciudadanos que no tienen más remedio que estar allí.

– Sí, exacto.

– ¿Y qué opina del primer sitio de Montevideo?

– ¿El primer sitio?

– Sí. Fue en el año 1811, senador. Después de la victoria en la batalla de Las Piedras, el general Artigas, José Gervasio, marchó con sus tropas hacia Montevideo, y la sitió.

– Está bien.

– Por medio de las armas se mantuvo a todos los ciudadanos como prisioneros dentro de los muros de la plaza fuerte, confiando en que, a medida que fueran muriendo de hambre, los militares españoles irían cambiando de opinión con respecto a rendirse.

– Eso no es terrorismo.

– ¿Cómo lo llamaría?

– Es inevitable que en una guerra mueran inocentes.

– ¿Le causa a usted náusea eso, senador?

– Me causa mucho dolor. Pero, a veces es necesario el sufrimiento. Para alcanzar metas superiores.

– ¿Piensa que esas personas a las que alude dan su vida y la de sus allegados gustosas, en pro de esas metas?

– Si fuera así no serían víctimas inocentes.

– Y qué opinión piensa que tendrían con respecto al conflicto. ¿Estarían a favor de Artigas, José Gervasio, o del rey de España?

– Esa pregunta es una tontería. Disculpe, se lo tengo que decir. Pero yo no puedo saber eso. Si quiere puedo imaginar una respuesta. Supongo que había gente a favor y gente en contra de cualquiera de las dos posiciones.

– Y ambos eran víctimas inocentes. Igualmente inocentes, según usted.

– Sí.

– Y en este caso el ideal lo justificaba…

– Mire, la historia es la historia.

– Eso tiene aire de tautología.

– Pero es así. ¿Usted preferiría ser una colonia española?

– ¿Qué significaría eso?

– Significaría que otros decidirían por usted.

– ¿Hoy no es así?

– No. ¡Claro que no! ¿Qué le pasa, usted no elige a sus gobernantes? ¿No sufraga?

– ¿Por qué piensa que no podría hacerlo si fuera parte de España?

– Mire, usted es un hereje; en un sentido moderno y político, ¡pero un hereje!. Y patriótico. Y, además, en la época del Sitio que menciona, ¡España era una monarquía!

– Sabe, senador, a veces, viéndolo, dudo si no preferiría ser España.

– ¿Le parece mal que yo sea Senador de la República?

– Sí.

– Pues sepa que lo soy porque la gente, el pueblo, quiere que lo sea. Y puede que usted no esté conforme. Pero sepa, que aquí su voto vale 1 entre 2.500.000. Una dosmillonesquientasmilésima parte. Pero en España valdría 16 veces menos. Y además, las personas que utilizan la violencia periodística para hacer prevalecer sus opiniones, me provocan una náusea, en este caso a posteriori.

…