martes, 28 de febrero de 2012

Fe


–En Córdoba está el diablo –me decía Manuel parado en medio de la platabanda, tapándome la vereda. –Cuidate.

Yo ya lo sabía. Antes que me lo dijera, lo sabía. A espaldas de Manuel la niebla seducía las farolas, tan lindas, coloniales; las envolvía apagando las más lejanas. 

Le dije vamos a volver, Manuel. Pero él siguió hacia el hotel a través del parque. –Si me ves que me comporto raro, que no te parezco yo, dejame, no te acerqués, chiquilín. –Y después se fue disolviendo en la bruma, con las puntas del saco dobladas hacia arriba y la gomina de la mañana ya opaca.


En la puerta del teatro todavía quedaban algunos conferencistas trasnochados, pero no estabas vos, que te habías perdido desde que me distraje con lo de la fe del alquimista, de Charconac. Te disolviste en el paraninfo como Manuel en esta noche rara, de ritos políticamente incorrectos. Y con vos se apagó la gracia, Grace, como esa película en que se muere el protagonista muy pronto, que sos vos, yo soy solo espectador, especto; expectoro. Y me estaría limpiando con la manga, la petaca aún en la mano, mientras desde el suelo oscuro arrinconado al costado del teatro, se encendía una brasa, cada vez más y más blanca. El mendigo volvía a fumar el cigarrillo que le di en la tarde por limosna, y ya se había fumado, si yo le di fuego. Hasta jugaba con el humo cuando me dijo esa frase imposible, horrible.

–En Córdoba está el diablo –me dijo Manuel antes de irse. Pero ahora, en ese rincón sucio, podrido, del que se levantaba una risa cavernosa por atrás de la tos llena de babas, yo sabía que en Córdoba estaba Dios. Había venido a juzgarme.

También supe algo nuevo, algo que nunca había sabido. Algunas veces sucede que, por azar, en la desesperación de la angustia uno puede quedar cara a cara con la divinidad. Sin buscarlo, ni entenderlo. Incluso sin creerlo. No dura demasiado. Un destello de sinceridad y, con suerte, lucidez. Luego regresa el anhelo de revertir la situación angustiante. De olvidarse de todo. Pero un instante de iluminación es la iluminación, y no tiene sentido hablar de la duración de lo eterno. Ya lo dijo Charconac, y vos sonreíste; así que lo escuchaste bien. Sin embargo, es solo un destello.



Esa lucidez, la conciencia de ese instante, es el conjuro para evocar, luego, el sentimiento sagrado. La pista de lo que buscas. Un rastro. Hay una palabra que ahora no recuerdo para ese salto que se produce en la espiral evolutiva. Maite la sabía. Un salto en calidad, completamente diferente del avance paso a paso, gradual, al que uno cree estar más habituado. Se produce a partir de un tipo de entrega. Con la aceptación de que intelectual o físicamente no se puede, y de todas formas se continua intentándolo con fe irracional. Una pequeña superación, momentánea, y duradera, del ego. Ergo sum.

Es la fe. Sucede que en momentos de necesidad o de angustia, uno puede quedar cara a cara con la fe. Durante un instante.

4 comentarios:

  1. Excelente, z, realmente bueno, cuánta intriga, cuánto por venir, cuántas revelaciones al pasar, como esos destellos de iluminación.

    Sin duda que Dios estuvo en Córdoba, ahora no sé. La última vez tuve una extraña sensación de inminencia, quizás estaba por volver...

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  2. Gracias. Vea que para mucha gente, una divinidad con la capacidad de limitarse temporalmente a una región geográfica, no es digna de seguimiento. Habiendo, como hay, tantos lugares que fueron construidos expresamente para que los habite un dios.

    Le confieso que en estos tiempos, tan modernos, me cuesta un poco concebir un lugar del mundo en el que Dios pueda no estar. Me da frío pensarlo. Además, lo más probable es que siempre haya algún espíritu que reclame un terreno así baldío.

    En definitiva todo el universo estará parcelado en luces y sombras. Luz y sombra. Me cuesta superar esta dualidad. Salvo cuando pienso en Dios.

    Córdoba fue construida para alojar a alguien. No tenga dudas. Quizá debiera volver usted. Si la montaña no va a Mahoma, va Mahoma a la montaña. Aunque con una fe minúscula se puede mover la montaña.

    El otro día fui a las Sierras de Mahoma.

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  3. es emocionante, sin ser yo musulmán, que alguien haya registrado el paso del profeta en esta tierra, aunque ya sarmiento hablaba del origen moro de nuestros gauchos, siempre deslumbrados por todo lo que brillaba. De ahi a menem un paso.

    sobre luz y sombra, sí, así se podrá ver, creo, después de un largo proceso de aprendizaje, mientras tanto todo son confusos y diversos grises. Ojalá tenga esa visión algún día, y ojalá no sea en blanco y negro.

    es cierto que divinidades así no son dignas de seguimiento, pero son los dioses que abundan, todo ese murmullo... Claman por atención, ofrecen pequeñas recompensas y habitan lugares circunscritos.

    Pero Dios, si bien puede estar presente, parece que se las ingeniara como para estar siempre en otro lado y sin perder, o sin hacernos perder, la idea de que nos mira desde alguna parte. Hay algo persecutorio en Dios, en nuestra idea por lo menos.

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