martes, 11 de septiembre de 2007

Shüsai Honnimbö contra Deep Blue

El Maestro de go
Yasunari Kawabata

«El Maestro de go» cuenta una histórica partida de go desarrollada en 1938. El viejo y frágil Maestro Shüsai, vigésimo primero en la sucesión Honnimbö, se enfrenta al joven y robusto Okate. La finalidad de este torneo es continuar la sucesión de grandes maestros. Cualquiera sea el resultado, el Maestro Shüsai dará por cerrado su ciclo, y le pasará el mando a su rival.

El evento es organizado por un periódico de Tokio y Kawabata (Nobel de Literatura 1968) es el corresponsal enviado por ese medio. Convive con los jugadores, que permanecen aislados en posadas durante todo el encuentro (salvo un impasse de tres meses, cuando el Maestro Shüsai estuvo internado) y tiene acceso exclusivo a ellos y a la histórica partida. Años después, el autor reelaborará la crónica que escribiera día a día para el Tokio Nichinichi, y le dará forma de novela.

Al comenzar la lectura se experimenta cierto extrañamiento con los nombres japoneses. Uno no sabe muy bien cuándo hacen referencia a personas, cuando a linajes, a épocas, a posadas, lugares o ciudades. Pero a medida que se avanza en la lectura, el mundo nipón se deja penetrar y este extrañamiento se disuelve.

Hay en esta obra dos características que la debilitan: la primera es, para la mayoría de los lectores, el desconocimiento del juego del go y de sus reglas, que deriva en la incapacidad de apreciar nada en los minuciosos diagramas que el libro ofrece.
La segunda es el registro cronológico. Resulta excesivo en algunos pasajes, cuando se detalla la hora de comienzo de cada sesión, o la demora de cada jugador. Y por otro lado, esa minuciosidad de cronista se pierde en la globalidad de la partida, y Kawabata salta hacia adelante para luego volver a instancias del match ya superadas, buscando algún efecto que no consigue.

El resultado es que, salvo algún momento crucial en el encuentro, todo lo referente a la partida se vuelve un poco aburrido.

Donde la novela muestra toda su potencia es en la dimensión arquetípica. Allí se plantea el enfrentamiento entre dos mundos: el Japón tradicional, y el Japón moderno, que ya comenzaba a abrirse al mundo occidental.

Al igual que ocurre en la partida, independientemente del resultado, la decisión ya estaba tomada, y el viejo Japón dejaría paso al nuevo. El rival histórico de Shüsai no se llamaba Otake, como en la novela, y esto invita a creer que el retrato que el autor hace del joven maestro, es más funcional a esta simbología, que fiel.

Kawabata no es imparcial. Toma partido por el viejo Maestro y lo que representa. En este marco, no sorprende que Otake, el futuro campeón, si bien parece robusto y fuerte, padece una terrible ansiedad durante el encuentro y a cada momento debe excusarse para pasar al baño, resultado de su compulsión por beber té durante el juego. En cambio el enfermo maestro permanece imperturbable contemplando la disposición de las fichas sobre el tablero.

Hay varios paralelismos entre esta partida de go, y el match de ajedrez entre el Gran Maestro Garry Kasparov y la supercomputadora Deepest Blue, organizado por la empresa IBM. En primer lugar el carácter comercial de los organizadores. En segundo lugar, el enfrentamiento entre dos concepciones del mundo: el juego entendido como arte, y el juego con una mentalidad de negocio. Conviene recordar que ese match consolidó un quiebre en el mundo del ajedrez. A partir de entonces las supercomputadoras evolucionaron a niveles de maestría.

Kasparov fue derrotado, y puso en tela de juicio la legalidad de su derrota, aduciendo intervención humana en una jugada de una de las partidas clave. Kawabata también pone un manto de sospecha sobre la honestidad de Otake, sugiriendo que sacó ventaja de su rival por medio de meditar largamente la continuación de la partida, mientras aquel estaba enfermo.

¿Es una actitud deshonesta? Así es el mundo nuevo. Todo resultados. Todo apariencias. Sin honor. Triunfante por avasallamiento, pues Otake vence por imposición de unos reglamentos escandalosamente democráticos, ajenos a las costumbres del Maestro. Esto parece estar diciendo Kawabata, y al hacerlo, envilece, quizás sin quererlo, la sucesión Honnimbö.

Shüsai es el go, como Kasparov el ajedrez. La familia del viejo maestro es mínima, no tiene ya discípulos, y se pasa todo el día entregado a entretenimientos derivados de ese juego.

Por la casa de Otake, en cambio, circulan catorce niños, entre hijos y discípulos, además de su joven esposa. Es un consumidor del go, quizás un cautivo del go, pero aún no su víctima, en palabras del autor.

Derrotado, el Maestro Shüsai muere un año después de la partida.

Más allá del poder arquetípico de «El Maestro de go», hay magia en la belleza de los paisajes que Kawabata describe como nadie. Y sabe hacerlo, además, de forma integral a la trama de su novela.

El cielo se había puesto negro con el chubasco que Otake calificara como tempestad, y las luces estaban encendidas. Las piedras blancas reflejadas en la superficie casi espejada del tablero, se fundieron con la figura del Maestro, y la violencia del viento y la lluvia en el jardín resaltaron la quietud de la sala.

Pronto pasó el chubasco. Y la niebla flotó sobre la montaña, y el cielo brilló en la dirección de Odawara, hacia el río. Empezó a salir el sol al otro lado del valle, chillaron las cigarras, y nuevamente se abrieron las puertas de vidrio del corredor. Mientras Otake jugaba su negro 73, cuatro cachorritos negros jugueteaban sobre el césped. Otra vez el cielo resplandecía cubierto de nubes.


Esta frase contiene todo el poder de la novela. Su belleza, sus múltiples ramificaciones, el carácter de sus personajes. Toda la obra está contenida en estos dos párrafos. Juro que cada palabra tiene un peso inmenso. Vale la pena leerlos, y leerlos, hasta que su música nos ilumine.

2 comentarios:

  1. Curiosamente, tuve la percepción exactamente opuesta sobre ese libro. Creo que el enfrentamiento pasado-presente es una metáfora demasiado clara, y me sentí feliz leyendo esos pasajes de juego y esos pasajes de descripciones del tiempo que transmitían constante paz, en línea con la magia del maestro, magia que, sin embargo, el autor no respeta ciegamente.

    Creo que vale comentar que Kawabata es un escritor japonés "moderno", considerado un "puente" entre la literatura japonesa tradicional y el nuevo Japón del fin de siglo.

    Cualquier libro de Kawabata me graba una paz de hombre mayor. Creo que, después de todo, el mejor es, por eso mismo, El sonido de la montaña.

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  2. Claro que vale el comentario sobre la modernidad de Kawabata. También vale decir que se suicidó, pero no eligió el tradicional seppuku, sino la inhalación de gas.

    Coincido contigo, Rodia, en lo claro de la metáfora que enfrenta el Japón tradicional con el moderno (yo no diría tanto pasado-futuro; eso es circunstancial). Y agrego que no por clara deja de tener la riqueza de las metáforas bien hechas, que permiten indagar en las realidades que simbolizan, enriqueciendo la visión natural de ellas.

    Tomo nota de la recomendación.

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