jueves, 22 de noviembre de 2007

A la moda artiguista de ahora

Diálogos livianos en la barbacue II
Breve Intermezzo.
Palabras extraídas del programa radial Dial-Logos-Up conducido por el periodista Sócrates Muniz , pionero de la radiofonía de El Prado, que hasta hace algún tiempo se podía escuchar en las madrugadas del barrio.

– …

– Hay que ser muy cuidadoso con el valor lógico de las proposiciones. El lenguaje tiene una lógica que hay que observar. Si usted dice, por ejemplo “Sean los orientales tan ilustrados como valientes”, tal como puede leerse en las monedas de 10 pesos, está diciendo: “Que los cobardes sean burros, y que los valientes, clutos.” Lo cual, después de todo, está más de acuerdo con el espíritu del siglo XIX, que la otra interpretación, ¿no? Esa que explica la máxima afirmando que Artigas quiso decir “Sean los orientales ilustrados y valientes”, pero que no le salió.

– Hace poco tiempo estuvo un senador de la República que también estaba interesado en Artigas. ¿Modas quizás, profesor?

– No me interesa Artigas, sino el valor lógico de las proposiciones.

– Pero dijo algo del espíritu del siglo XIX… no le entendí.

– Oiga, Sócrates, los héroes del siglo XIX eran ilustrados y valientes, como Garibaldi. Y los cobardes eran ignorantes.

– Muchos caudillos importantes fueron hombres de escasa cultura.

– ¿Quiénes?

– Bueno, muchos, profesor.

– ¡Bah, cállese! Ninguno. Y si fueron ignorantes, se inventó ilustración en sus hagiografías. Es así, Sócrates. No lo digo yo.

– Entre las cualidades de la inteligencia se entendía el valor, entonces.

– No. No. La valentía tenía valor propio, independiente al de la ilustración. Como la apostura. El héroe era bravo, inteligente, culto y apuesto. Sin que una cosa fuera consecuencia de la otra.

– Me cuesta aceptar que Artigas estuviera diciendo que los que iban a ser cobardes, fueran entonces burros.

– Pero fue lo que dijo. Aunque también podría estar diciendo que la ilustración era algo duro de alcanzar, y que se conseguía a fuerza de mucho valor. Pero ya le dije que no me interesa la historia.

– Su "interés por el valor lógico" está resultando algo poco definido, para serle franco.

– No puedo saber lo que el hombre quiso decir.

– Ni sabe lo que dijo… Está muy bien, profesor. ¿Artigas era muy ilustrado?

– No creo que fuera un ignorante, estudió con los franciscanos. Sabría latín, al menos. Por supuesto que tampoco poseía una cultura destacable. Quizás estaba, sí, por encima de la media.

– Su valentía estaría en proporción supongo. ¿Qué fue lo que lo elevó a la categoría de semidiós? Porque hasta hay un tema musical que parafrasea el Padrenuestro cristiano y comienza salmodiando “El Padrenuestro Artigas, Señor de nuestra Tierra”.

– Fue elevado a esa categoría años después. Durante el proceso independentista de 1825, y durante la consolidación del Estado Oriental, no hay referencias a él como prócer. Durante la década de 1830 tampoco, casi. Se apela a su figura más adelante, como forma de zanjar la divergencia cada vez más beligerante entre Blancos y Colorados. Pero él no quiere saber nada de eso. No le interesa ya esta tierra que no siente suya.

– Lo dice de una forma que parece que no le importa el país, por circunstancias personales.

– No sólo personales. Mire, Sócrates, hay muy poco heroísmo en las guerras. Eso queda para las Épicas cantadas. ¿Pero, cree usted, que Artigas podría consentir, en modo alguno la caza brutal de charrúas que se hizo en la década del 30?

– ¿Por qué cree que se hizo? Habría alguna causa.

– Usted es un poco estúpido.

– Sugiere, entonces, que Artigas no quiso dar una mano, porque se asesinó a los indios.

– Sí. Esa fue, muy probablemente una de las causas.

– Cuentan que los indígenas ubicados al norte del Río Negro causaban gran devastación en los campos, y asolaban las encomiendas.

– Mire, el norte del Río Negro, era un territorio salvaje. No por los charrúas. Pero, en cualquier caso, fíjese que ellos no querían sumirse al gobierno nuevo, de la misma forma que los criollos no querían rendir pleitesía al rey de España.

– El Senador que nos acompañó hace un tiempo hizo algunas puntualizaciones sobre las guerras independentistas. Dijo que para él, algunas guerras de ese tipo, aunque lamentables, eran legítimas, siempre y cuando se respetara lo que él llamó: la ética de la guerra.

– La ética está fuera de mi campo de acción. Habrá leído a Wittgenstein, supongo.

– No.

– Bueno. Léalo.

– Usted no tiene opinión formada sobre estos temas, entonces.

– Mire, la guerra es una mierda. Le repito. No hay heroísmo en la guerra. Sólo hay excrementos y pedazos de gente. Y lo peor, gente en pedazos. Ahora, también le voy a decir otra cosa. Cualquier mecanismo para zanjar una cuestión de intereses encontrados, necesita una autoridad que la resuelva. El poderío bélico es una autoridad. La decisión de un rey es también autoritaria. Hoy hemos optado por otra autoridad. Y, con cierta presunción, la llamamos «La Justicia». Lo cierto es que se trata también de una autoridad con alto grado de discrecionalidad, tal vez más inherente al sistema que al individuo. Pero funciona.

– No todos dirían lo mismo.

– No me refiero a que sea infalible, Sócrates. Me refiero a que cumple en un nivel más aceptable que otros mecanismos, con la función arbitral. Las inconformidades que cosecha se alimentan, en gran parte, del nombre. Es un error llamarla Justicia, pues equipara un instrumento gubernamental con un concepto abstracto, el cual, además, usted seguramente no sabría definir. Y peor aún, del cual todo el mundo cree tener su propia definición. Es un error semántico, sólo eso. Pero así somos.

– Asusta un poco verlo así. No, no me refiero a usted. Digo, que si a la Justicia no se le puede llamar Justicia…

– Qué le va a hacer. Pero no iba a eso. Le estaba diciendo que es necesario un árbitro. El problema es cuando lo que está en pugna, es precisamente la capacidad de arbitrio. En tal caso, por definición, no hay posibilidad de zanjar la cuestión por los medios usuales. Entonces, se pelea.

– ¿Usted justifica la guerra, entonces?

– No justifico nada, Sócrates. No sea infantil conmigo, y deje esos trucos escolares para sus senadores. Yo analizo. Sólo eso. Y contesto sus preguntas. Y de paso, me parece, hasta contesto las preguntas que sus otros invitados no responden.

– Bueno. Voy a hablar con la producción. Tal vez podríamos tenerlo a usted siempre.

– Sí. Le vendría bien.

– Meditaré sobre el valor lógico de eso.

– …

12 comentarios:

  1. A propósito del valor de Artigas como símbolo, me han llamado la atención por estos días sobre cierta degradación cultural que se materializa en el tortuoso camino que lleva de «Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana» a «Meteremos la pata, pero no la mano en la lata. Y al que la meta, se la cortamos.»

    En fin...

    No creo mucho en que la autenticidad de la atribución de autoría aforística.

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  2. ¿La frase no era 'Mi autoridad es la hermana de vosotros y ella se deja ante mi presencia soberana'?

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  3. Quizá en algún ámbito sokon. Lo desconozco.

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  4. Supongo que esta es otra pieza de un puzzle, no?

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  5. Hubo un tiempo, Jahey, en que aficionaba las tardes al armado de puzzles. Puzzles viejos que nunca completé.

    Así, me habitué a las Torres de Babel de Brueghel el viejo mordidas, picadas de viruela; a los capiteles de Notre-Dame suspendidos en el aire; a los mapamundis corrompidos por raros continentes y enormes Maëlstroms.

    Hasta que me di cuenta que a todos mis puzzles les faltan piezas.

    Ahora mismo tengo, aquí abajo, una caja con todos esos pedazos de algo; y, acá arriba, el delirio de que algún milagro de la serialización industrial permita a las piezas de un puertito italiano encajar a los pies de la estatuda de la Libertad, y que las ramas de cerezo del Fujiyama encuentren su lugar en un jardín de la Alhambra.

    Pero es fe. Sólo eso.

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  6. Es verdad.. siempre me ha pasado que me falta una pieza.

    ¿Algún berretín filosófico del operario a cargo del embolsado? ¿O pura maldad? Pues evidentemente no lo mueve un fin económico ya que nunca recibí una carta de rescate por la pieza faltante.

    Me gustó mucho lo que escribió. Los puzzles, rompecabezas para mí, tienen un encanto espacial. Ya que utilizó la frase “puertito italiano”, me permito, con poca vergüenza y mucho de atrevida -pues el texto es muy malo- compartir mis devaneos sobre el tema.

    http://tamencauta.blogspot.com/2006/07/unealma.html

    Sepa disculpar la carencia de estilo y sentido.

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  7. Interesante.
    Muy lo de la piecita que encaja acá... y lo de las instrucciones me trajo a la memoria un cuento de Dolina.
    Y no le tema a la cursilería, Circe.

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  8. las instrucciones para abrir la caja de jabón?

    Genial.

    Le temo a la cursilería si, porque es en lo que se cae cuando uno quiere abordar temas inefables y carece del talento.

    igual, se agradece.

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