–Te quiero.
–Sí. Yo también.
–Anoche soñé contigo. Con los dos. Soñé que volvíamos a casarnos.
–¿Sí?
–El cura te decía: Jonás ¿seguís aceptando a Marina por esposa...?
–¿No viste dónde quedaron los cigarros...? Creo que están abajo. Ya vuelvo.
–Sí. Yo también.
–Anoche soñé contigo. Con los dos. Soñé que volvíamos a casarnos.
–¿Sí?
–El cura te decía: Jonás ¿seguís aceptando a Marina por esposa...?
–¿No viste dónde quedaron los cigarros...? Creo que están abajo. Ya vuelvo.
Desde la puerta de la cocina Jonás ve el paquete de Master encima del mármol, junto a una copa manchada con el labial de Marina. Con un movimiento rápido, como si temiera una mordida, lo toma, y se vuelve hacia el ventanal.
Llueve. Enciende un cigarrillo. Afuera el cielo se desploma con una constancia incómoda y la cocina resulta un lugar acogedor. El jardín tiene el aspecto de que ha llovido toda la noche.
Cuando Guillermo y Mariela se fueron aún no había empezado, pero a lo lejos se veía la tormenta. Silenciosa, escandalosamente insoslayable.
Jonás pensó que habían pasado bien.
–Sos una maestra, Marina –había dicho Guillermo después de cenar –¡de-li-cioso! Invítennos más seguido.
–Sí, vengan, vengan más seguido –dijo Jonás, y señaló a Marina con la cabeza –así cocina. –Se rieron. Marina también.
–¿Te quejás? –protestó, pero sonriendo –¡No sabe ni calentar agua para el mate!
Jonás no se rió de la broma. Los demás sí. Pero Jonás no. Miró a Mariela buscando algún rastro de malicia en su risa. No lo halló. Vio cómo tomaba la mano de Guillermo en las suyas. Y aún no notó nada.
Mientras suelta lentamente el humo del Master, recuerda que en la puerta, al despedirse, Mariela advirtió la tormenta.
–Me preocupa Jully, que está en el campamento ese, en San Miguel –había dicho Marina, de pie, treinta centímetros a su derecha. Y –lo recuerda perfectamente mientras aplasta el cigarrillo contra el borde de la pileta –al decirlo había cruzado los brazos como abrazándose a sí misma. Anticipándose –eso fue lo que pensó –al frío que dejaría la lluvia al día siguiente.
Mariela se acercó y le frotó el brazo mientras le decía que no se preocupara, que Jully ya era grande. –Aprovechen ustedes este fin de semana tormentoso –hizo algo que quizás fuera un guiño, aunque el gesto se perdió sin que Jonás supiera adonde se dirigía –una segunda luna de miel. ¿Hay algo más... romántico que la lluvia? –y en un gesto simutáneo y fugaz se encogió de hombros, se sonrió y ladeó la cabeza.
–Mariela tiene razón; y nosotros nos fuimos, chau –se despidió Guillermo.
–Qué bobos.
–Además, los domingos almorzamos con los padres de Marina.
Jonás tiró el pucho en la basura. Ya debe estar vestida, pensó, y regresó a la habitación.
Llueve. Enciende un cigarrillo. Afuera el cielo se desploma con una constancia incómoda y la cocina resulta un lugar acogedor. El jardín tiene el aspecto de que ha llovido toda la noche.
Cuando Guillermo y Mariela se fueron aún no había empezado, pero a lo lejos se veía la tormenta. Silenciosa, escandalosamente insoslayable.
Jonás pensó que habían pasado bien.
–Sos una maestra, Marina –había dicho Guillermo después de cenar –¡de-li-cioso! Invítennos más seguido.
–Sí, vengan, vengan más seguido –dijo Jonás, y señaló a Marina con la cabeza –así cocina. –Se rieron. Marina también.
–¿Te quejás? –protestó, pero sonriendo –¡No sabe ni calentar agua para el mate!
Jonás no se rió de la broma. Los demás sí. Pero Jonás no. Miró a Mariela buscando algún rastro de malicia en su risa. No lo halló. Vio cómo tomaba la mano de Guillermo en las suyas. Y aún no notó nada.
Mientras suelta lentamente el humo del Master, recuerda que en la puerta, al despedirse, Mariela advirtió la tormenta.
–Me preocupa Jully, que está en el campamento ese, en San Miguel –había dicho Marina, de pie, treinta centímetros a su derecha. Y –lo recuerda perfectamente mientras aplasta el cigarrillo contra el borde de la pileta –al decirlo había cruzado los brazos como abrazándose a sí misma. Anticipándose –eso fue lo que pensó –al frío que dejaría la lluvia al día siguiente.
Mariela se acercó y le frotó el brazo mientras le decía que no se preocupara, que Jully ya era grande. –Aprovechen ustedes este fin de semana tormentoso –hizo algo que quizás fuera un guiño, aunque el gesto se perdió sin que Jonás supiera adonde se dirigía –una segunda luna de miel. ¿Hay algo más... romántico que la lluvia? –y en un gesto simutáneo y fugaz se encogió de hombros, se sonrió y ladeó la cabeza.
–Mariela tiene razón; y nosotros nos fuimos, chau –se despidió Guillermo.
–Qué bobos.
–Además, los domingos almorzamos con los padres de Marina.
Jonás tiró el pucho en la basura. Ya debe estar vestida, pensó, y regresó a la habitación.
–Demoraste.
–Me quedé en la cocina, fumando. ¿No es que te molesta el humo en el dormitorio?
–Igual fumás. Hasta en la cama.
–Voy a darme una ducha. Se hace tarde.
–¿Tarde para qué?
–Para ir a almorzar.
–Mmm... no.
–¿Qué pasa?
–No vamos a ningún lado. Ya hablé con mamá para avisarle que nos quedamos.
–Podrías consultarme...
–Era una sorpresa.
–Sí, está clarísimo. Ya lo veo.
–¿Sabés que la iglesia estaba llena de gente? había murmullos y comentarios, y el ambiente estaba como inquieto. Pero cuando el cura te preguntaba se hacía un silencio....
–Llamá a tu madre y decile que vamos.
–Me quedé en la cocina, fumando. ¿No es que te molesta el humo en el dormitorio?
–Igual fumás. Hasta en la cama.
–Voy a darme una ducha. Se hace tarde.
–¿Tarde para qué?
–Para ir a almorzar.
–Mmm... no.
–¿Qué pasa?
–No vamos a ningún lado. Ya hablé con mamá para avisarle que nos quedamos.
–Podrías consultarme...
–Era una sorpresa.
–Sí, está clarísimo. Ya lo veo.
–¿Sabés que la iglesia estaba llena de gente? había murmullos y comentarios, y el ambiente estaba como inquieto. Pero cuando el cura te preguntaba se hacía un silencio....
–Llamá a tu madre y decile que vamos.
Jonás dejó la ropa sobre un banco, junto a la ducha; prefería vestirse allí.
Luego de bañarse se sentó sobre la tapa del inodoro y encendió un cigarrillo.
Por la pequeña ventana, abierta para que salga el humo, entraba el murmullo de la lluvia. No podía salir a arreglar el jardín. No podía salir a la acera a conversar con el viejo de al lado. No podía ir a la cancha.
Se entretuvo jugando con el tubo de dentífrico. Cambiando la forma. Sorprendiéndose de su maleabilidad. Pensó en el campamento de Jully. Quizás tuvieran que suspenderlo.
Luego de bañarse se sentó sobre la tapa del inodoro y encendió un cigarrillo.
Por la pequeña ventana, abierta para que salga el humo, entraba el murmullo de la lluvia. No podía salir a arreglar el jardín. No podía salir a la acera a conversar con el viejo de al lado. No podía ir a la cancha.
Se entretuvo jugando con el tubo de dentífrico. Cambiando la forma. Sorprendiéndose de su maleabilidad. Pensó en el campamento de Jully. Quizás tuvieran que suspenderlo.
–No van a estar.
–¿Qué?
–Mamá y papá. Van a almorzar afuera. Como nosotros no íbamos decidieron salir a comer.
–No debiste cancelar. Sos un poco desconsiderada.
–No te preocupes, mi amor.
–Claro.
–¿Te puedo seguir el cuento? Se oían las campanas de la iglesia. Todo el mundo se quedaba en silencio y se escuchaba tan... tan... tan... y vos me mirabas, justo así. Aunque tenías algo en el pelo.
–Bien. Che, por qué no te vestís. Es tarde me parece. Voy abajo.
–¿Qué?
–Mamá y papá. Van a almorzar afuera. Como nosotros no íbamos decidieron salir a comer.
–No debiste cancelar. Sos un poco desconsiderada.
–No te preocupes, mi amor.
–Claro.
–¿Te puedo seguir el cuento? Se oían las campanas de la iglesia. Todo el mundo se quedaba en silencio y se escuchaba tan... tan... tan... y vos me mirabas, justo así. Aunque tenías algo en el pelo.
–Bien. Che, por qué no te vestís. Es tarde me parece. Voy abajo.
Jonás escucha ruido de platos en la cocina, donde Marina prepara la mesa. Saca otro cigarro del paquete pero no lo enciende. Sigue lloviendo. Por un momento se preocupa, también él, por Jully, y siente un calofrío.
Cuando el sonido de las lozas cesa, enciende el cigarrillo y, antes de tirarlo, da dos pitadas largas y profundas. Luego se dirige al comedor. Dos platos, dos cubiertos, dos copas.
El timbre suena antes que Jonás llegue a la mesa. ¡Jully!, piensa y corre a abrir.
Pero no era Jully. Era un niño. Tendría doce o trece años y vendía “agujas e hilos de todos los colores”. De todos los colores, se repitió en silencio Jonás. Encendió otro cigarrillo y le ofreció uno al muchacho.
Sentados en el escalón del zaguán fumaron cada uno el suyo. El muchacho bromeaba y trataba de parecer mayor, mientras Jonás le contaba que adentro de la casa no se podía fumar.
Cuando el sonido de las lozas cesa, enciende el cigarrillo y, antes de tirarlo, da dos pitadas largas y profundas. Luego se dirige al comedor. Dos platos, dos cubiertos, dos copas.
El timbre suena antes que Jonás llegue a la mesa. ¡Jully!, piensa y corre a abrir.
Pero no era Jully. Era un niño. Tendría doce o trece años y vendía “agujas e hilos de todos los colores”. De todos los colores, se repitió en silencio Jonás. Encendió otro cigarrillo y le ofreció uno al muchacho.
Sentados en el escalón del zaguán fumaron cada uno el suyo. El muchacho bromeaba y trataba de parecer mayor, mientras Jonás le contaba que adentro de la casa no se podía fumar.
–¿Qué? ¿qué pasa?
–Lo invité a almorzar.
–Pero...
–Vende agujas. E hilos de colores. De todos los colores. Es un mercader de hilos y agujas y siempre conviene estar bien con esta gente importante –dijo haciéndole un guiño a su esposa.
–Voy a traer otro plato. Buscá alguna ropa seca en el altillo. Quizá haya algo que le quede bien a este joven vendedor.
–¿Cómo está la comida, muchacho?
–Está muy bien, señor.
–Es que esta señora –dijo acercándose al niño y bajando la voz –es una experta. Pero sólo si hay invitados a la mesa.
–Bla, bla, bla... –respondió Marina burlona. El muchacho miró a Jonás sin dejar de llevarse el tenedor a la boca, y éste le hizo un giño.
Cuando lo despidieron, tarde ya, seguía lloviendo.
–Me sorprendiste. El niño estaba muerto de hambre.
–Sí. Pobre.
–Te quiero, Jonás.
–Sí.
–¿Qué te hizo invitarle? ¿Por qué lo hiciste entrar?
Jonás miraba por la ventana, y escuchaba la voz de Marina a sus espaldas, sonando como campanas distantes.
–Porque está lloviendo –pensó; pero no se atrevió a decirlo.
–Lo invité a almorzar.
–Pero...
–Vende agujas. E hilos de colores. De todos los colores. Es un mercader de hilos y agujas y siempre conviene estar bien con esta gente importante –dijo haciéndole un guiño a su esposa.
–Voy a traer otro plato. Buscá alguna ropa seca en el altillo. Quizá haya algo que le quede bien a este joven vendedor.
–¿Cómo está la comida, muchacho?
–Está muy bien, señor.
–Es que esta señora –dijo acercándose al niño y bajando la voz –es una experta. Pero sólo si hay invitados a la mesa.
–Bla, bla, bla... –respondió Marina burlona. El muchacho miró a Jonás sin dejar de llevarse el tenedor a la boca, y éste le hizo un giño.
Cuando lo despidieron, tarde ya, seguía lloviendo.
–Me sorprendiste. El niño estaba muerto de hambre.
–Sí. Pobre.
–Te quiero, Jonás.
–Sí.
–¿Qué te hizo invitarle? ¿Por qué lo hiciste entrar?
Jonás miraba por la ventana, y escuchaba la voz de Marina a sus espaldas, sonando como campanas distantes.
–Porque está lloviendo –pensó; pero no se atrevió a decirlo.
Muy bueno, y muy zeta. Mejorando a cada intento, y eso, eso también es muy zeta.
ResponderEliminarY además, acabas de romper el maleficio. Ya terminaste algo.
ResponderEliminarVolví a leerlo más despierta... y usted tenía razón Don Zeta, no falta nada.
ResponderEliminarMe encantó! Muy a su estilo... y me quedé pensando en los hilos de todos los colores... no sé porqué pienso en eso y se me viene a la cabeza la imagen de algodoncitos de colores (algunas mujeres hemos tenido un frasquito de adorno con estos algodoncitos que de nada sirven pero quedan preciosos!).
Una linda escena de cotidiana complicidad. Me gustó.
Sigo pensando que escribir en el otro lado, es usted un amigo Zeta (carita de los dientes).
Besos!
Al contrario de Sweet Cherry, estoy un poco dormida querido Zet.
ResponderEliminarMe voy con una primera lectura, y no, no me llevo a Marina conmigo (la encuentro capaz de hablar de su casamiento hasta en mis sueños).
¿Jonás fuma Master? No conozco esa marca, hábleme un poco de esos cigarrillos, así completo el perfil del hombre.
Me agrada Porque está lloviendo, se la sigo después.
Master rojo o azul, zeta?
ResponderEliminarQuiza sea algo personal, pero le encuentro un aire muy "cristiano" a todo, ademas del nombre de Jonas y ademas del final. No se como explicarlo, pero el tipo tiene una mezcla de buena madera y resignacion.
Y el final es interesante. Es como un deus ex machina pero sin violencia, como algo inesperado que tenia que pasar, que estaba ahi.
Quiero saber que paso con Jully.
Va a tener que darle largas al asunto, porque yo quiero saber cómo termina el sueño, si es que va a empezar a complacer pedidos.
ResponderEliminarJully fue víctima de un asesino en serie transvestido que cree ser la bruja de Hansel y Gretel. Trabaja en una confitería, a veces levanta tipos por el Canal 5.
ResponderEliminarJonás forma equipo con el Dr. Foucault, su psicoterapeuta -si, Zeta, el mismo Foucault de El dedo en el pastel, no es pariente de Michel- y entre los dos le salen a buscar al culpable. Lo atrapan y lo matan a cuchilladas. Pero no así nomás. Usan calmantes derivados de la morfina y otros medicamentos para mantenerlo vivo mientras lo mutilan, así como estimulantes para potenciarle el dolor. Ponen, como banda de sonido, a sugerencia del Dr. Foucault, la canción 'Sugar sugar'.
Marina, enloquecida por la muerte de Jully -que fue devorada por el travesti-bruja- lo espera una noche afuera de la casa y le pega varios tiros a Jonás cuando vuelve de vengar a Jully, como a ese otro Jonás Lennon.
El pibe de los hilos, que estaba en la vuelta llama a la policía para que arresten a la loca.
La otra pareja también se atiende por el Dr. Foucault, la mujer tiene ataques de pánico. El marido siente culpa cada vez que la engaña con los travestis de la vuelta del canal 5.
La historia se llama 'Catarsis'. A lo mejor, a lo mejor no, algo parecido a lo de arriba aparezca en ficcionrara.
Jully no merecia una cosa asi, sokon m.
ResponderEliminarJonas a lo mejor si.
Pero creo que el Dr. Foucault es el peor de todos.
En realidad Dr. F es el verdadero asesino de Jully, pero lo convencio a Jonas que era medio paloma.
Como Foucault tambien es travesti, lo hace matar al otro para saldar una antigua disputa territorial (la cotizada esquina de Bulevar y Colorado).
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAstllr, los Master eran Rojos. Y, casualmente, creo que me viejo fumaba Richmond Azules, Master Rojos o La Paz sin filtro. Yo solía ir a comprárselos. (Ya no existen, Su, es una pena pero es así; a propósito, me hizo acordar de su recomendación sobre Hipatia, lo había olvidado y me interesa mucho.)
ResponderEliminarEste post está dedicado a dos tipos que, para mí, son unos maestros en retratar la soledad.
Dos norteamericanos: Edward Hopper, autor del cuadro que está en el post, y el otro es Raymond Carver, uno de los escritores que más me hace reflexionar acerca de lo que es escribir.
¿El final del sueño, Circe? Je! Discúlpeme, pero no se lo voy a decir. Igual, no es tan difícil.
Me alegra que lo hayas disfrutado, Pèlerin. Con los maleficios, igual, no hay que confiarse.
Cherry, sabe que a mí me dejó pensando también lo de los hilos de todos los colores... no sé, en casa había un estuche que tenía hilos de todos los colores, pero nunca vi usar más de dos o tres (je, estuvo bien lo que escribió en el otro lado, vio que tenía razón en empujarla)
Astllr, Sokon. Nadie ha muerto en esta historia. Al menos ninguno de los protagonistas. Aunque no descarto que haya tenido que morir gente para que la historia fuera concebida.
En cuanto a los travestis, puede que los haya.
NO es tan difícil? con los sueños nunca se sabe....
ResponderEliminarSabe? Me iba a ir a dormir y no pude. Juro que luego de enviar esto, me rajo a la cama...
ResponderEliminarCuando mencionó el cuadro que ilustra, me acordé que en el otro lado un día me dijo "nunca mejor elegida la imagen, otro día se lo explico" y nunca me lo explicó.
No me jodan con travestis y esas cosas... yo me quedé con el nene de los hilos de todos los colores!
Y si Zeta, en mi casa en una época también había hilos de todos los colores, ahora coso yo y sé cuales son los únicos que necesito.
Besos y hasta mañana que seguro me paso por acá de nuevo!
Ah! No sé con qué soñó Jonás, pero... con que sueña usted Zeta?
Los Master se los debo a ud. astllr; los había olvidado.
ResponderEliminarJonás fuma, no sueña, Cherry; Marina sí sueña; Jully la pasa bien. Sospecho que Guillermo y Mariela se travisten un poco, ya que alguien lo mencionaba.
Y el pibe los colores, que ha venido a llamarme la atención en forma tardía, bastante tardía, va tocando todos los timbres, uno a uno. Porque sí, porque es lo que tiene que hacer. No tiene idea, al menos eso imagino (y creo que nunca la va a tener) que detrás de uno de esos timbres han puesto a una víctima de horror vacui. O quizás fuera exactamente a la inversa. O de las dos formas. Después de todo, uno tiene fe en que sí hay alguien que sabe cómo hacer encajar todas las piezas.
Se acuerda de cada cosa, Cherry... puede ser que haya dicho eso alguna vez; y capaz fue eso lo que me llamó la atención.
Con respecto a los sueños, bueno, le contestaría pero, verá, hace ya un tiempo Circe me invitó a postear mi sueños, junto a los de Jahey y a los suyos. Le he contribuído apenas con uno o dos. Ultimamente ya casi no los recuerdo; pero si le vamos a hacer caso, al menos una vez, a Freud, eso es bueno.
El final del sueño, Circe, nunca lo sabemos. Como debe ser. No le eche la culpa al pobre Vincent. El universo conspira. El final de la melodía, sólo lo conoce Ilúvatar, como ya dijimos en otro sitio.
Y ahora me voy a releer el capítulo 33 de Baudolino.
Ah! si alguien asesina a Jully, pueden estar seguros, astllr, sokon, que es el Dr. F. No hay otro.
Creo que lo que el pibe no sabía era que iba a tocar el timbre de la casa de Julio Cortazar, que como buen cronopio, iba a quedar prendado de los hilos de todos los colores. Aunque parezca que hay que ser verdaderamente idiota para..
ResponderEliminarMe gustó mucho, muchas gracias por el post.
If its raining...just sing in the rain.
ResponderEliminarbeso
Por aquí y sobria (verdadera borrachera de sueño tenía en mi visita anterior)he leído por segunda vez sus letras, Zet.
ResponderEliminarEs la drôle de guèrre de Jonás, y su capitulación con cada "Sí" y "Porque está lloviendo" lo que me resulta atractivo en el personaje.
Marina puede morirse con mi bendición.
¿Los Master eran rubios?
Me gustó, definitivamente. No olvide Zet contar cuando relea.
Hola Zeta, le deje un mensaje en mi blog, preguntando si podía pasar por su blog y comentando algo de lo que puso.
ResponderEliminarPero soy algo ansiosa y curiosa es por eso que entre y como vi luz... me decidí a firmarle antes que me de permiso.
Marina veía como se derrumbaba su matrimonio. Me llamó la antención la forma en que se describe la lluvia, como si simbolizará la forma en que se deshace la pareja... silenciosamente, insoslayablemente. Aunque ella tratará de llamar la antención a Jonás él ya se "había ido".
Saludos...
Sí, Pao, es verdad eso que decís, la lluvia es bastante gráfica en ese desgaste inexorable. Pero es más que eso, también le impide al tipo salir, huir de esa situación. Y además supone una amenaza para lo que sí puede que sea valioso para él: la seguridad de Jully. En otras palabaras, una cagada.
ResponderEliminarPeeeeeeeeero, he allí que el pibe que vende agujas e hilos, viene a ocupar en todo esto un lugar que hasta a mí me sorprende.
Sabe, Su, que releí, sí, releí, y la verdad no me acordaba que estuviera tan bueno. Estoy reconsiderando una relectura general, mire lo que le digo. Valiosa recomendación, Su, quedo en deuda.
Es una toda una filosofía la tuya Flor. Peeeero, casi te diría que se parece demasiado a la de Jonás.
Ahora, bien, Anónimo, me alegra que disfrute, ¿pero por qué agradece el post? ¿quién es usted? ¡vamos, diganosló de una vez!
Llámame loca, pero no he tenido el placer de leer a Lovecraft, aún no ha sido e momento propicio para explotar su literatura. En cuanto a lo de los aromas, eso lo descubrí yo sola, porque me apasiona mucho la capacidad de los sentidos que la gente común no ahonda, es así como se hacen los grandes descubrimientos. Y pienso que la felicidad se basa en los pequeños placeres y a esos pequeños placeres se les puede sacar mucho provecho =) En eso me concidero como Amelie. El tema del aroma amargo me llegó porque una vez mi madre me mandó un mail que se titulaba "el dulce aroma del café" Yo que sé catar café, nunca había caído en la cuenta del aroma dulce. Me preguntaba cómo era posible. Y viendo me di cuenta de que es así, solo percivimos tres tipos de aromas, de los cuatro que percive el gusto.
ResponderEliminarEl viaje al nóumeno lo hago de vez en cuando, quiero explotar las partes de mi cerebro más recónditas, no quiero desperdiciar ninguno de los dones y talentos que pueda tener. Creo que si todos hiciéramos eso, el mundo sería un lugar mucho mejor y la gente aprendería lo que es verdaderamente el amor. Y no habrían tantos ignorantes cagando al mundo.
Y por lo del amante perfecto, Alice lo dice por una anécdota que le conté de una mala noche pasional que tuve, cuando terminé con un novio que tampoco me satisfacía sexualmente. Gracias a Dios el hombre del que tanto hablé ultimamente (y que por las cosas que ya habrás visto, tuve que borrar todo lo referente a él) apareció en mi vida en el momento presiso y me no hay hámbito en mi vida que no llene y complemente. El amante perfecto sí existe, solo hay que saber adaptarse.
Te dejo una flor y muchas burbujas y un huevito de chocolate porque son ricos.
Feliz pascua (aunque no creas, que no sé, que sea feliz día igual) =)
Hola mi queridisimo Zeta,
ResponderEliminarhe regresado de vacaciones y me gustaria que me aclarara lo de la limeranza...:p
Un abrazo
Una perspectiva subjetiva, parcial y demasiado masculina. Un cuento demasiado misógino para mi gusto. Se podrían considerar otros puntos de vista, por ejemplo, si Marina es tan tarada, entonces, Jonás también es un imbécil por haberse casado con ella. Ergo, que se joda.
ResponderEliminarPor cierto, alguien sabe qué es un hámbito?
No pude evitar al leerte, recordar un chiste que me contaron…
ResponderEliminar“- Después de una pelea, una esposa le dijo a su marido: "Sabes, yo era una tonta cuando me casé contigo". Y el marido respondió: "Si querida, pero yo estaba enamorado y no me di cuenta".
Aun que coincido con envidiosa "Ergo, que se joda" (Jonás)
No todo se puede aclarar Reggis; misterios de la ciencia.
ResponderEliminarY sí, Jonás se jode. Al menos eso es lo que parece.
Un relato, envidiosa, es precisamente un ejercicio de subjetividad. Puede ser una subjetividad que cambia su centro, que se acerca a uno u otro, pero es una subjetividad. No debería sorprenderse de eso. Me complace que el relato la mueva emocinalmente al punto de involucrarse tanto con los personajes.
(Sí, Goo, comi chocolates. Gracias)
Es tan fiel a la interpretación de la realidad dominante que no podría sorprenderme. Sólo me disgusta.
ResponderEliminarY es cierto que un cuento siempre es un ejercicio de subjetividad, pero no es mucho pedir que además sea medianamente crítico.
Cuanto de realidad y cuanto de ilusión en su cuento don Zeta.
ResponderEliminarEste es un simple hecho marital relatado con ese toque que lo distingue y lo hace más bonito de lo que es.
A menudo las realidades y las ilusiones chocan.
Un abrazo
Sil
Si, Sil, el tema es que tan fuerte chocan. Besos. Cuidese.
ResponderEliminarMe ausento por una semanita. Que en sus manos esto. Cuidenlo.
ResponderEliminarHuy pues se le va a extrañar mucho...!!!!
ResponderEliminarCuidese.
Uhhhhh... estamos solos en casa... el gato se fue! ¿Seremos ratones?
ResponderEliminarJIJI
lo esperamos, z
ResponderEliminarY repetimos??? ....Si, repetimos. Ya sabe que soy fan de su blog y que me gusta mucho so… no pude evitarlo de nuevo.
ResponderEliminarAleluya!
ResponderEliminarVolvió el maestro!! Lo siento en los huesos!!
Esperamos pronto un nuevo post.
Huevos dice, sokon?
ResponderEliminarUn abrazo mi querido Zeta ¡Ha como se le extraño!
ResponderEliminarBienvenido de nuevo a su blog Don Zeta! En su ausencia, le confieso que quise alborotarle los lectores pero no se dejaron. Muy seriecitos ellos y educados lo esperaron más que tranquilos.
ResponderEliminarEn fin... pasé a ver si ya había actualizado, pero veo que aún no (deditos tamborileando sobre el escritorio)... pasaré de nuevo más tarde... JEJE
(MODO PRESIÓN ON)