Te invito a una lágrima en el café de aquella noche clara
a no olvidar jamás el bautismo de la lluvia disfrazada de rocío
A unirnos a aquel llanto silencioso del Valhalla
hasta llenar de risas el vacío.
Te invito a ser mi parte más brillante
te invito a ser niña por un rato
y acompañarme a pisar todos los charcos la plaza,
a correr haciendo ruido de noche en los pasillos
a jugar a ser sombra en la escalera de tu casa
a visitar todos los sitios que los amantes olvidaron
apurados, en la guantera del estío,
a desterrar el frío dejando de existir sobre el sofá del living.
Te invito a inventarnos algo para cada día
sin inventarnos nada.
a no olvidar jamás el bautismo de la lluvia disfrazada de rocío
A unirnos a aquel llanto silencioso del Valhalla
hasta llenar de risas el vacío.
Te invito a ser mi parte más brillante
te invito a ser niña por un rato
y acompañarme a pisar todos los charcos la plaza,
a correr haciendo ruido de noche en los pasillos
a jugar a ser sombra en la escalera de tu casa
a visitar todos los sitios que los amantes olvidaron
apurados, en la guantera del estío,
a desterrar el frío dejando de existir sobre el sofá del living.
Te invito a inventarnos algo para cada día
sin inventarnos nada.
La veo a través del cristal del hall. Está de espaldas, en la vereda. Fuma. Y me espera. Me demoro un poco. Pregunto algo sin importancia en la recepción del hotel; pero no escucho ni miro al hombre que me contesta. Sólo quiero robarle esa imagen un momento más. De eso se trata todo, de robar momentos. Me encanta. Me enloquece el vértigo de sus curvas. Quiero perderme en el bosque de jazmines de su pelo negro. Inmolar el futuro a la suavidad de mis dedos en su mejilla. Me acerco hasta la puerta saboreando cada paso. Recorriendo cada curva perfecta del contraluz de su cuerpo, que aún recuerdo desnudo contra el mío un mes atrás. No con imágenes sino en la memoria corporal de nuestros vientres acariciándose al mismo ritmo. Parece dibujada para mí, pienso. Poco tiempo pasará hasta que me pregunte. Hasta que le pregunte. Hasta que me conteste.
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Todavía conservo en la yema de mis dedos el tacto ingrávido de su piel. La memoria física de esa suavidad que estaba en su espalda y estaba en mis manos. Hay algo sobrenatural en ella, pensé, recuerdo, mientras dibujaba dos promesas en su espalda.
Desde entonces, todas las cosas que toco me parecen ásperas, secas.
Desde entonces, todas las cosas que toco me parecen ásperas, secas.
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Ser la luz que hace brillar tu cielo de mayo.
El sol que cada tarde se acuesta en tu ventana.
La bruma de una mañana de otoño
y el ocre y el bordó de las horas del parque.
El misterio de una noche,
El sol que cada tarde se acuesta en tu ventana.
La bruma de una mañana de otoño
y el ocre y el bordó de las horas del parque.
El misterio de una noche,
tu guía y tu asaltante.
Estuve en la ciudad más triste y fue feliz.
La más suave, la más abrigada.
La más suave, la más abrigada.
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Hay encuentros que no se debieran tener. Ritos que hay que evitar celebrar. Existen abismos a los cuales uno no debe asomarse. ¿Cómo llegué hasta esa noche que pasó deslizándose sobre la seda húmeda de su cuerpo temblando bajo mis manos? ¿Cuándo permití que la hondura líquida de esa mirada me robara la luz de las cosas? Presiento que sólo el pulso arrebolándose en su pecho puede devolver su brillo al mundo. Voy a desatar el nudo que retiene prisionera a su alma. Y después abrigarla.
Me atormenta una imagen. Es una de las imágenes más hermosas que he tenido. Una mujer acostada a mi lado; apoya el codo izquierdo sobre la cama y sostiene sobre su palma un rostro que no es de este mundo. Recién se despierta y tiene el cabello revuelto. Me sonríe. Me sonríe con una mirada que no había visto jamás en otra mujer. Me sonríe con la curva inocente y sensual de sus labios. Me detengo en su cuello donde me he entregado inerme en momentos que por suerte ella no ha notado. La sábana la cubre de la cintura a los pies y sus senos dibujan una forma perfecta que humedece los labios de mis ojos. En la punta erizada de su piel hay una dulzura y una fuerza sexual que me desconcierta y me cautiva. Y bajo las sábanas adivino las curvas voluptuosas que se elevan desde su cintura y que amenazan con perderme a cada momento. Toda la imagen me sonríe. Toda la imagen me provoca. Quiere jugar. Me dice acá estoy. Vos me pediste y estoy acá. Qué vas a hacer ahora. Hay una potencia subyugante en la fragilidad de cada rasgo. Me atraviesa la conciencia de la inmensa unidad de esa criatura. Hay fuerza y necesidad. Tanto para abrigar. Me doy cuenta de que podemos ir muy lejos. Comprendo que también puede destruirme. Me pregunto cómo es posible. Somos tan parecidos a veces. Me asusta. Me veo entregándole la palabra que desnuda mi alma. La intuyo capaz de un amor igual al mío y me niego a no tenerlo jamás.
Me pierdo, acostado a su lado, jugando al futuro.
No me basta el momento. Lo disfruto. Pero no puedo sustraerme a la idea de que hay algo grande y azul flotando en el aire a nuestro alrededor. Yo me doy cuenta. Y siento una punzada bajo las costillas al aceptar que ella no quiere verlo.
Llueve mucho.
Sí, ya sé. Yo la invoqué.
Hay ritos que no debieran celebrarse nunca.
Me pierdo, acostado a su lado, jugando al futuro.
No me basta el momento. Lo disfruto. Pero no puedo sustraerme a la idea de que hay algo grande y azul flotando en el aire a nuestro alrededor. Yo me doy cuenta. Y siento una punzada bajo las costillas al aceptar que ella no quiere verlo.
Llueve mucho.
Sí, ya sé. Yo la invoqué.
Hay ritos que no debieran celebrarse nunca.
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Me marcho de la habitación sintiendo que me quedo parado en una esquina viendo cómo se aleja una criatura mágica; una ninfa o una lamia. Mágica para mí, hambrienta de la misma frugalidad serena y diaria que busco. No puedo retenerla contra su voluntad, me consuelo. No. Es mentira. No me consuelo. La espío alejarse para adivinar si se vuelve, si descubro esa señal de que espera que vaya a rescatarla, que desea que la invite a jugar conmigo. Pero no veo ese gesto, no más allá de las trampas que me tiende mi deseo de verlo.
Seguiré yo, solo, intentando descifrar el sentido de las cosas que me rodean. Por un momento, en la cantina española me pareció que lo había descifrado en el doblez de una servilleta. Pero fue una ilusión.
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Miro al fondo de sus ojos y veo que el tiempo no se detiene en sus alas de hada. Pasa, y sigue ofreciendo su amor eterno a quien pueda robárselo. Me voy. Me voy puertas adentro de mi alma a beber y derramar una o dos gotas pesadas. Me voy sin decirle por qué me enamora el sabor de su boca, por qué puedo morir en paz abrazado a su cintura, por qué puedo pasar todos los instantes que restan perdido en su perfume y dejar el mundo a un lado cada noche sumergiéndome en su interior. Apenas le digo que me vuelven loco sus plurales aspirados. Que me conmueve la fortaleza con que viste algunas veces. Me seduce hasta la locura su integridad. Me voy sin decirle que me enamora por sus debilidades que yo quiero guardar y atesorar y cubrir de besos, que intuyo que la amo porque la sé capaz de construir algo indestructible, y destruirlo. Porque me sé capaz. Y porque acá estamos para hacerlo. Añoro esa aura que nos acompañaría a cada uno a todos lados como luz y como coraza, de la forma que se añora lo que podría ser pero aún no es.
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En el ómnnbus me despierto y la busco.
Nadie la conocía.
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Parece una, pero es todas. La que tomó una lágrima aquella noche, a esa le entrego mi vida y no lo dudo. A la otra, a la que no se muere por mí. A esa, no.
Y, sin embargo, me la está robando día a día.
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Podría ser esa melodía que me voy tarareando cada mañana, sin darme cuenta; podría ser esa sonrisa que no sé que llevo. Y yo el brillo de la bruma del parque en las mañanas de otoño; la calma de su sueño calmo; la fiebre de sus madrugadas. Podría ser mi mujer. Y está ahí. Acostada a mi lado. La pintura más bella que jamás nadie imaginó. Y no lo sabe. No se da cuenta de lo que hace. A veces lo intuye en mis ojos, en mi sonrisa, en la lejanía de mis pensamientos. Pero no es consciente de como se arremolinan los colores en torno a su presencia, cómo los pliegues del mundo se desajan cuando ella está. Ni siquiera sospecha cómo me cautiva la riquísima frugalidad de sus sueños. Las imágenes que han pasado por sus ojos. Para que se de cuenta tengo que decírselo. Pero no quiero, porque me gusta así. Que pase y haga magia sin notarlo.
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La escucho. Está sentada en el sofá, su rostro se recorta en la noche de la ventana. Su rostro blanquísimo, sus labios cereza. Parece hablar de todo en el mismo tono. Pasa de decirme cómo le gusta el sexo a contarme su plato favorito o relatarme vivencias dramáticas, con simpleza. Pero no es así, su voz no es siempre la misma. Lo he descubierto. En algunas ocasiones, preciosas, en fragmentos de charlas, me descubrí cautivado. Este milagro de su arrebato es escaso, pero he aprendido a detectarlo desde el inicio. Hay algo en la voz que la delata. Algo como el sonido de una cascada en el fondo de mi oído. Shhh...
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Anoche me desvelé.
Y sin proponérmelo ni poder evitarlo, apareció en el aire negro de la habitación. Quieta. Desnuda. Con los ojos vendados.
Gemía.
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Suena el teléfono y es la mucama.
–Es tarde señor ¿necesita algo?
–¿Pero usted no se da cuenta que estoy jugando a que soy feliz!
(Ahora, mientras escribo, llega un mensaje a mi celular. No te olvides de seguir sufriendo por mí. Te quiero.)
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Desde antes de salir sabía que allá hay un frío sin viento, una gelidez inmóvil que duele y no piensa. Hay algo desparejo entre nosotros. No cuando estamos juntos, pero sí cuando no estamos. Mis manos quieren pintar los días en tonos del color de tu encendedor y las tuyas sólo fumarse un paquete de viceroy mientras dure el crepúsculo.
Mientras atravesamos los puestos camino al Monumento, no notaste las luminarias diminutas que iban encendiéndose entre los arbustos del parque a nuestro paso. Yo sí. Te hablaban. Pero vos no escuchaste. Ibas perdida en mí. En el problema inmenso que no te esperabas. Te hablaban. Y yo no entendí, porque no eran para mí los susurros de esos arbustos. El mundo puede ser un parque inmenso en otoño. El parque puede ser un mundo inmenso en otoño. Este otoño puede ser un parque inmenso en el mundo.
El departamento puede ser cálido. Y sin embargo hoy solo hay una ventana que mira hacia poniente.
No hay mucho más, solo el conjuro de una hechicera que se rinda y se deje atravesar por la corriente puede obrar un milagro en estas horas. Después, el crepúsculo habrá sido. Y la noche nos separará.
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Este cuaderno es no es más que un llanto.
La noche se ha vuelto humo de cigarrillos,
es inmensa y vacía. Y negra.
Vivo en la ciudad más vacía del mundo
y quise irme a la más cálida. Pero llegué en invierno.
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Acá, donde estoy parado, solía haber una mesa. No hablo, pero escucho el eco aún confundido golpeándose contra las paredes de las habitaciones. Buscando las cosas que deberían estar por todas partes y se han ido. Estoy desnudo con un pantalón de jean y una remera azul. Sobre las cuatro, cinco cajas de libros hay una botella con querosén y un encendedor violeta. Me acerco al vidrio. Bajo la ventana, veinte metros allá abajo, las formas de lanza de las rejas me preguntan. Trato de recordar en qué momento las paredes quedaron vacías, pero no lo consigo. Aún no la conozco.
***************************************
Me desperté y la busqué. Ahí está. Duerme a mi lado. En silencio. La miro y pienso en todas las cosas que confluyeron para que estemos hoy acá. Muchas más de las que ella intuye; muchas más que las que yo sé.
Piezas de relojería ajustando la geometría de su engranaje.
La veo dormir.
Me pregunto cómo es posible que dos cosas puedan parecerse así.
¿Cuántas noches hace que está durmiendo allí a mi lado? Y yo.
***************************************
Hoy encontré este cuaderno viejo.
Lo iba a tirar. Pero es de otra persona. De otro tiempo. No me atrevo.
Tan lejos están sus páginas de estas noches de ahora en que nos recostamos en el sofá, el uno en el otro, su cabeza en mi hombro, mi mano entre sus dedos.
Vuelvo a leer buscando donde se escondían, en aquellos días, todas estas risas, toda esta claridad, todas estas noches en que ahuyentamos nuestros miedos bajo las sábanas. Toda la sencillez del futuro.
Sonrío. Me llama.
Siento el aroma del hogar, el calor de la cena.
No sé qué dice pero me río a carcajadas. ¿Qué te pasa? pregunta, pero no puedo parar de reír y la contagio. Me abraza, estás loco, dice. Ja, estoy acá, respondo. Vos me pediste y acá estoy. Qué vas a hacer ahora.
Me desperté y la busqué. Ahí está. Duerme a mi lado. En silencio. La miro y pienso en todas las cosas que confluyeron para que estemos hoy acá. Muchas más de las que ella intuye; muchas más que las que yo sé.
Piezas de relojería ajustando la geometría de su engranaje.
La veo dormir.
Me pregunto cómo es posible que dos cosas puedan parecerse así.
¿Cuántas noches hace que está durmiendo allí a mi lado? Y yo.
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Hoy encontré este cuaderno viejo.
Lo iba a tirar. Pero es de otra persona. De otro tiempo. No me atrevo.
Tan lejos están sus páginas de estas noches de ahora en que nos recostamos en el sofá, el uno en el otro, su cabeza en mi hombro, mi mano entre sus dedos.
Vuelvo a leer buscando donde se escondían, en aquellos días, todas estas risas, toda esta claridad, todas estas noches en que ahuyentamos nuestros miedos bajo las sábanas. Toda la sencillez del futuro.
Sonrío. Me llama.
Siento el aroma del hogar, el calor de la cena.
No sé qué dice pero me río a carcajadas. ¿Qué te pasa? pregunta, pero no puedo parar de reír y la contagio. Me abraza, estás loco, dice. Ja, estoy acá, respondo. Vos me pediste y acá estoy. Qué vas a hacer ahora.
Muy bueno.
ResponderEliminarAhora me pregunto, todos los amores serán así?
ZETA: Se me pusieron todos los pelitos de punta. TODOS.
ResponderEliminarQuisiera no especular sobre este relato, no analizarlo. Quisiera simplemente decirle lo que sentí al leerlo por primera vez: es SUBLIME. No sólo lo que dice, sino como lo dice, como lo dibuja. Y así de animal como he sido siempre para opinar de sus textos, ahora le digo que éste, es maravilloso desde todo punto de vista. Le va a costar mucho superar este texto. Es como un punto en el medio de la nada, el principio y final de todo.
Y no se lo voy a negar, me sorprende. Me sorprenden del texto tantísimas cosas que no creo que valga la pena enumerarlas. Y no vale la pena porque ya está, ya me sorprendieron y eso es inmodificable.
Ha creado imágenes perfectas. Absolutamente perfectas. Sentimientos que se mezclan con los del lector.
Hace poco, le pasé unos textos de Galeano que hablaban de mujeres y yo le decía que en las mujeres estos textos (en mí), producían envidia.
Este texto suyo, produce envidia. Una envidia arrolladora y turbulenta. Casi le diría malsana de tan feroz como puede ser.
Le aseguro que cada mujer que lo lea, estará pensando: ¡Cómo me gustaría que me escribieran algo así!
Para muchas mujeres y me incluyo, después de verse dibujadas con palabras como éstas, el mundo podría acabarse mañana y morirían tan tranquilas.
Vea, para serle honesta, me da miedo decirle a un escritor esto que le voy a decir a usted: Esta historia, es perfecta.
Usted sabe todo lo que eso implica para un escritor. Y no sé si es del todo bueno. Pero es perfecta.
Más tarde lo releo y sigo escribiendo... da para mucho!!! Y creo que esta vez, soy capaz de escribir páginas enteras.
Gracias anónimo. Ahora, veo que a usted no le han tocado diferentes.
ResponderEliminarCherry, me halaga, y me alegra muchísimo que le guste. Déjeme decirle que ese todos que escribió con mayúsculas me erizó un poco. Tanto así que le voy a dejar pasar esa nada en medio de la cual colocó usted a este punto.
Y, si como dice, una mujer al leerlo pensara cómo le gustaría que le escribieran algo así, yo desearía que el mundo no se terminara mañana, sino más bien lo contrario. Me encanta que le parezca perfecto. Si fuera así, bueno, nada.
Me dejó curioso con su declaración de sorpresas. Cuente algo, dele, cuentenos. Beso.
claro alguien te escribe algo así
ResponderEliminary que tiren bombas!
"Vos me pediste y acá estoy. Qué vas a hacer ahora". i like it
No es que no hayan tocado diferentes, es sólo que..
ResponderEliminarque valen los otros después de este??
Es una gran pregunta basilia. Pero puede ser muy muy jodida. No suele gustarnos que nos confronten con la respuesta a nuestros sueños. Es más común de lo que puede imaginarse contentarse con un sueño perenne, que a tener que aceptar que los sueños pueden ser reales.
ResponderEliminarAnónimo, no tengo respuesta. Pero sospecho que gran parte de lo que un amante siente está en su propia sensibilidad. Tiene que haber más de una persona, acaso dos, con las cuales puedas sentir algo así, y que además te la cruces en tu vida. Igual no sé por qué piensa en otros después de ese. Yo no pienso.
ZETA: Yo no creo que la respuesta sea que no nos guste que nos confronten con esa pregunta. Esa sería una respuesta demasiado simple para el alma humana. Los seres humanos (todos) somos muy complejos.
ResponderEliminarMe parece que esa pregunta nos gusta en determinados momentos y situaciones.
Si todo marcha bien, esa pregunta, puede ser "la tan esperada pregunta".
Si no estamos enamorados, puede ser "una pregunta que está de más".
Si nuestra situación emocional, familiar o laboral, es precaria, esa pregunta puede ser "una presión o forma de cohersión".
Si estás lejos de la persona amada, puede ser nada más que "una pregunta ilusoria o utópica".
Si ambos tuvieran una relación además de la que mantienen entre sí, y uno rompiese con la suya, esa pregunta sería una forma de presión y "casi una amenaza". Tipo: yo ya blanqueé mi situación, a ver que vas a hacer vos ahora, no?
Y seguramente, hay miles de otras situaciones o circunstancias, que no se me ocurren en este momento.
Claro que también, como usted sugiere, a veces, cuando esa pregunta incomoda, puede deberse a la cobardía, a la comodidad de dejar todo en palabras y sueños. A la incapacidad de llevarlo al plano de lo real. Muchas cosas pueden ser, porque los seres humanos no siempre hacemos las cosas como debieran ser, o como esperamos que sean... los seres humanos, "hacemos lo que podemos".
Coincido en que cuando se sienten ciertas cosas, no se piensa en nadie más.
Abrazos y besos a lot.
Cada vez que vengo a releer me gusta más. Ay (suspirito), zeta, a veces escribe cosas taaaaaan lindaaaaaas!!!
ResponderEliminarSe despierta mi espíritu romántico y se pone a mil RPM.
Buena forma de empezar una gélida mañana de Jueves... voy a matarme contra alguna novelita rosa y a tomarme un Dristan para matar esta sensación de resfrío que no se me pasa, y tampoco me enfermo...
Besitos mañaneros a todos!
aaaaay... (suspirito final)
Está friisimo cherry. Y justo tengo que salir a la intemperie.
ResponderEliminarPagaría por verla con el espíritu romántico a mil RPM, ja! le juro.
Bueno, me alegra que nos visite, y que lo disfrute.
Y cuídese ese resfrío, no joda haga el favor.
Beso
Zeta: ¿¿¿Aunque con el "espíritu romántico, me pegue lo de leer novelitas rosas???
ResponderEliminarSí,lea. Inspírese, mujer.
ResponderEliminarAcaso leí desatentamente, pero me pareció que ese "Me encanta" cambia de manera abrupta el registro. Tan sólo una duda: ¿cómo son las alas de hada, Zeta?
ResponderEliminarAmigo Jahey, si lee desatentamente, hombre, lea de nuevo antes de comentar nada.
ResponderEliminarNo, el texto induce a un ritmo de esoñación en la lectura.
Conociendo sus hábitos de lectura, imagino que habrá leído sólo dos o tres fragmentos antes de abandonarlo, ja. Es broma.
Hay sí un cambio de registro donde ud. lo señala, Jahey.
De hecho, medité bastante sobre la inclusión de esa oración. Finalmente quedó así, sin un signo de admiración que tenía al final.
Dos elementos me convencieron de que debía ir así.
El primero es que la frase guarda una ambigüedad. Si ud. concede coherencia al fragmento, la lectura correcta sería leer Me encanta como Me hechiza. Y en ese caso, no hay un cambio de registro. En ese sentido sería el encantamiento.
La segunda lectura es la natural, de leer me gusta michísimo expresado en forma más coloquial y saliéndose, como ud. bien dice, de registro. Me gustan esas ambigüedades perladas que obligan a veces al lector a detenerse y preguntarse quiso decir esto o esto otro? (vaya a la págnina 97 de La llanura... y lea el último párrafo).
Siembran en el lector una sensación vaga de que hay algo más debajo de lo dicho. Y lo no dicho, amigo, tiene una fuerza que me seduce.
Je! La pregunta de las alas es increíblemente buena, Jahey. Me sorprendería si no viniera de usted.
Usualmente suelen ser como alas de insecto; similares a alas de libélula. Aunque también están las de las famosas fotografías de Cottingley. Son unas fotos fraudulentas cuyas autoras confesaron después de muchísimos años (siendo ya viejas) que en efecto eran falsas (causaron un revuelo bastante importante en su momento). En ese caso las alas son alas de mariposa.
Estas, las de este texto, son alas que aparecen muy de vez en cuando, y aún entonces no es fácil verlas, porque se mueven constantemente y muy rápido.
Me gusta mucho la pregunta. Y sí, hay algo de insecto en las hadas. Tiene usted razón.
Y con respecto a la imagen que describo en uno de los fragmentos, en verdad tuve una vez una visión como esa. Y en ese momento experimenté una sensación extrañísima: tuve la conciencia de estar ante un cuadro que nunca nadie había tenido la ocasión de ver jamás, y ni siquiera de imaginar. Claro, me hubiera gustado ver el cuadro completo, conmigo contemplando la imagen.
Acaso, Zeta, fiscalice el adverbio (o compute, si le gusta más). Me consta que usted conoce demasiado bien mis hábitos de lectura.
ResponderEliminarY es justamente porque adjudico coherencia al fragmento que me sorprende el cambio. Creo que la ambigüedad se levanta irremediablemente cuando luego el narrador invoca curvas vertiginosas y un pelo negro equivalente a un bosque de jazmines. De la Llanura, a la que acudí, me quedo con la idea de que muy al límite; pero ya lo dijo el maestro (que en estos casos es Dolina).
Aunque en tanto elemental un hada pertenezca al aire, jamás he cedido a asimilarlas al sueño de todo entomólogo. Principalmente porque -se sabe- los insectos son fríos.
¿Tiene satoris, Zeta?
Creo que sí, jahey. Que tenido algún satori. No puedo decir si me gustan, porque a antes incluso de intentar evaluarlos, remiten.
ResponderEliminar¿Por qué pregunta?
¿Y qué dice Dolina? (respecto a qué)
ZETA: No puede decir que las hadas tienen algo de insectos... Dios! Yo creo que hay hadas con alas "como de libélulas", son hadas tipo sílfide... y hay otras hadas con alas como de mariposas... majestuosas, coloridas, increíbles. También se me ocurre, que las hadas que caminan entre nosotros han sido dotadas de unas alas mucho más discretas para que puedan esconderse bajo la ropa... son unas alitas de plumas blancas y muy finas, como de ángel, pero más chiquitas, más cortitas... dicen que a veces tiene que tener cuidado cuando estornudan, porque involuntariamente las alitas se despliegan y pueden ser descubiertas, también dicen que estás hadas...
ResponderEliminarbueh, se lo cuento otro día!!!
Nota: En el me encanta yo leí "me embruja/me hechiza"...
Todos:
ResponderEliminarNo son hadas, son kami.
Jahey, Z:
¿Por un 'Me encanta' se armó tanta discusión? Creo que era Sábato en Sobre Heroes y Tumbas, que se quejaba de que Borges, al escribir, se demoraba eligiendo el adverbio justo cuando la vida del protagonista peligra.
Z:
Me hubiera gustado más si hubiera posteado un cuento en vez de un poema en prosa. Un cuento en el que ella fuera, por ejemplo, un hada o una mesera malvada, un travesti hincha de peñarol, un represor.
Acá somos borgianos, sokón. Sépalo.
ResponderEliminarY las cosas japonesas o chinas no nos gustan demasiado, excluyendo el karate y el sushi. Y alguna katana legendaria. Lo demás, no.
Le agradezco eso sí, el piropo del poema en prosa.
Cherry, cuídese ese resfrío, por favor!!
Me cuido... me cuido el resfrio... no se preocupe, ya casi no estornudo!
ResponderEliminarOiga, no sé si alguna vez se lo dije, pero me gustan mucho sus "res non verba".
Y fíjese, acabo de darme cuenta: en este no hay ninguna moto. Uno de tres, no está nada mal!
Jaja, sí; es cierto. Lo releí completo y no hay ni una sola. No sé si será bueno eso, pero es un cambio, sí sí.
ResponderEliminarA mí también me gustan los res non verba cherry. Y a este en particular le tomé mucho cariño. Encariñarse es lindo. Algo que no me convence del satori es la promesa de desapego. Sin embargo, yo creo que es al revés. No puedo creer que alguien dedique su vida a vivir sin pasión. Lo que sí es cierto es que la pasión consume los años y las almas, sometidas al fuego de ese atanor se desprenden de sus impurezas y se elevan rápidamente. O por el contrario caen si lo que se consumen son sus partes volátiles.