Muchas veces lo he arriesgado todo por una señorita en apuros; he perseguido enormes ballenas, librado duelos, cruzado los mares en todas direcciones, he dado la vuelta al mundo, he descubierto meteoros, naufragado en islas desiertas; en fin, mi currículum, señores, asombraría a más de uno.
En esta ocasión quiero contarles acerca de la vez que fui abandonado en lo más oscuro de la selva africana, y las circunstancias notables que me llevaron allí.
La historia comienza en Nueva York una tarde del año 1911 en el apartamento de un descontento vendedor de sacapuntas.
Entre el cansancio y el tedio que lo aplastaban en un sillón, luego de pasar el día recorriendo oficinas, hojeaba en un folletín un artículo sobre alcoholismo cuando descubrió, por accidente, un pequeño relato de ficción. Lo encontró tan mediocre y tan basto que llegó a convencerse de que incluso él, sin haber escrito jamás, podía superarlo.
Edgard Rice Burroughs lo ignoraba, pero en ese instante estaba naciendo una criatura inmortal: Jonh Clayton III.
Burroughs nació en Chicago en el año 1875 y estaba destinado a ocupar un importante lugar en la empresa de su padre. Sin embargo, su ánimo inquieto lo alejó de este destino. Luego de ser expulsado de varias universidades y de la Escuela Militar de West Point, tanto Edgar como su familia renunciaron a tales expectativas.
Intentó ser aviador. Buscó oro en las montañas de Arizona. Trabajó de camarero. Todo sin el menor éxito. Acabó como vendedor ambulante de absurdos artículos, hasta que a los 37 años, motivado por las circunstancias comentadas, escribió su primer novela: Bajo la luna de Marte, y la vendió al pulp fiction All Story.
De esta forma Burroughs acababa de inaugurar no sólo una descollante carrera, sino además, el género de Ciencia Ficción en los Estados Unidos.
Por su segunda historia recibió 700 dólares. Más de lo que ganaba en un año de ventas ambulantes. Impulsado por estas perspectivas económicas se dedicó con más entusiasmo a la creación literaria.
En el ejercicio cotidiano descubrió que todo lo que necesitaba para crear mundos fascinantes y llevar a sus lectores a los confines más lejanos era una buena enciclopedia y una máquina de escribir. Un lápiz para corregir. Sacapuntas y a tenía. Sólo eso: Burroughs estaba listo para comenzar su gran aventura.
La tercera novela alcanzó una popularidad sin precedentes. Narraba la historia de un niño abandonado en la selva y criado por gorilas, quien siendo mayor regresó a Inglaterra para adaptarse a la sociedad; aunque sin éxito. Así llegué al corazón oscuro y húmedo del África, por accidente. Y regresé. A pesar de poder desenvolverme sin problemas en la Inglaterra posvictoriana, preferí atender al llamado salvaje, y regresé a la selva. Tarzán de los Monos, creo que era el título.
El éxito de esta historia alentó a Burroughs a escribir una serie con el mismo personaje, y en 1918 recibió un millón de dólares por la adaptación cinematográfica de Tarzán. Para 1926 –con sólo quince años de escritor– había ganado alrededor de 100 millones.
El 19 de mayo de 1950 Burroughs fallece en California a los 75 años de edad. Desde entonces cientos de millones recorrimos los mundos que él soñó, vivimos las aventuras más peligrosas y hemos permitido que germinen las fantasías que él prefirió callar; los epílogos más diversos.
Cincuenta y nueve años después de su muerte, Burroughs es considerado un visionario que consiguió hilvanar un conjunto de mitos arquetípicos con la trama excitante e irresistible de las aventuras de su personaje; o un vendedor ambulante al borde del alcoholismo que creyó no tener mucho para perder, y se tuvo fe.
Los cambios de narrador me dejaron perplejo. Está experimentando en algo que todavía no distingo, pero que adivino importante. Le dejé un comentario sobre el umbral.
ResponderEliminarMuy lindo leerlo de nuevo! Besitos Zeta.
ResponderEliminarJa! me tiene demasiada fe Ast. Es sólo un mal artículo. Je.
ResponderEliminarMuy interesantes sus observaciones sobre Umbral de las Tinieblas. Ambientarla en Montevideo hubiera sido una genialidad! Lo admito. Le dejé allí un comentario con mi opinión al respecto.
Cherry, no sabía que había dejado de leerme.
Oiga zetita, usted se pasó todo el año pasado amenazando cerrar el blog y practicamente se nos desaparece del 02/12 al 08/04. Yo pensé que ya no volvía y dejé de entrar a mirar :-(
ResponderEliminarPero es una alegría haberme pasado ayer por aquí y poder ponerme al tanto de sus escritos!!! :-D
Usté sabe que le soy una lectora fiel!!!
Sí, cherry, sokón me empujó.
ResponderEliminarAstllr: Ávido como siempre estoy de aprender algo en el interesantísimo intercambio entre un escritor y los lectores de su obra, hice llegar a Carlos M. Federicci su comentario en la entrada «Todo el horror...».
Me he tomado también el atrevimiento (previa comunicación a su autor, por supuesto) de copiar aquí la respuesta de Federici a los mismos.
«Muchas gracias por su mensaje. Respecto a las opiniones que me transmite, le diré que no es mi estilo el afanarme en “defender” mis engendros, razón por la cual dejo que cada cual emita los juicios que le vengan en gana, absteniéndome, por mi parte, de re-comentarios.
No obstante, en este caso en particular voy a hacer dos puntualizaciones:
1) Precisamente el propósito básico al escribir temas de horror, fantasía y/o ciencia ficción, es procurar elevar los pensamientos del ocasional lector (dado que tal exista) por sobre los prosaicos confines del Reducto y el Borro (o aun Pocitos y el Centro, si fuese el caso), proyectándolos hacia escenarios más exóticos y menos cotidianos;
2) Pido algo más de confianza en el talento nacional. ¿Inverosímil un Nobel uruguayo? No hay que olvidar que tenemos un Oscar, que alguna vez también pudo suponerse improbable, así que…, ¿quién sabe?
¡Ah! Y resiento profundamente el apelativo de “tipo”. Si mi casi medio siglo de bogar en las procelosas ondas de los genres tal vez no me acredita la calificación de “escritor” con todas las letras, al menos amerita, me atrevo a creer, que se me llame “autor”, máxime cuando se considera (gentilmente) que “escribo bien”. ¿No es cierto?
Mis saludos,
C. M. Federici»
a partir de ahora, un grande federici.
ResponderEliminarpara mí "tipo" es un término nada peyorativo.
quizá el exotismo del reducto sea generacional. Sigo pensando que esta ciudad fue construida por una civilización desaparecida.
otra cosa, que ud. z señala. es posible que el autor le haya agregado algo más al género. Al respecto soy ignorante.
Ya que estamos, y para tranquilidad (y, como se verá, alegría) de sokón, que es un niño muy buenote, va el complemento.
ResponderEliminarAdemás, porque corresponde, para que todo tenga su justo contexto :)
(Complemento de la respuesta del señor Carlos María Federici, un grande, como dice bien astllr):
«Debí haber colocado algún "emoticon", o cosa por el estilo... A veces la palabra escrita no alcanza la expresividad del "cara a cara". En realidad, mi protesta no fue demasiado en serio (por lo de "tipo", digo), como tampoco mi defensa del "talento vernáculo". Pero de todos modos algo hay en cada una de esas 2 afirmaciones mías que en verdad apreciaría se tuviese en cuenta.
Ponga los comentarios, si gusta. Y además, ya que en eso estamos, un saludo para "Sokón", que ha sido tan gentil con respecto a mi prosa, al extremo de desear un autógrafo (me he enterado de que los aficionados han estado cambiando 400 de los míos por uno de Asimov... de quien, incidentalmente, poseo -y atesoro- una carta en respuesta a la mía, de 1983. La tengo encuadrada con marco dorado...).
Un abrazo,
C. M. Federici»(Lo de los autógrafos es buenísimo! quizás puede entrar en ese mercado, sokón)
tengo un autógrafo de Gonzalo Aguirre, de la época que iba a la escuela y visitamos el Palacio Legislativo
ResponderEliminarpensaba usarlo en un pagaré
también le pedí uno a Pedro, pero se avivó y en lugar de eso me dio su tarjeta