viernes, 18 de junio de 2010

Puntos Negros


En el sótano de Margarita Arregui de los Campos Mora había un gran agujero negro que sólo ella conocía. Y tal vez lo supiera su doncella.

Arregui de los Campos Mora bajaba allí más que su esposa, y no sabía. Horadaba con un viejo farol la sempiterna noche del lugar, fría y húmeda, haciendo retroceder las sombras; y aún así, no lo sabía.

Entre crujidos diminutos bajaba los centenarios escalones de madera con pie firme. 

A su paso la negrura se agazapaba en los rincones. Luego la insana humedad. El salitre que rezumaba de los muros se detenía. Pero apenas el círculo de luz del farol se alejaba unos metros, se erguían más gigantescos a sus espaldas, amenazando extinguirlo junto con su bujía. 

Él lo ignoraba. Seguía conquistando unos metros de luz delante de sí para abandonarlos ni bien los recorría. 

No le interesaban los rincones. Los cedía a las sombras despreocupadamente. Ignoraba los crujidos que se producían tras su cerco de claridad. Tenía un sótano circular –semicircular pues nunca se volteaba– de dos metros de diámetro en cuyo centro permanecía mientras las formas iban cambiando. 

Surgía de la nada un baúl. Al principio era sólo el conocimiento de su existencia asomándose como un punto que surge de la nada y se hincha poco a poco. Un punto negro con forma de baúl. Luego es, apenas, una posibilidad inminente. La sensación casi instintiva de que en cualquier momento se habrá hinchado lo suficiente para corporizarse y ejecutar su breve existencia material de dos metros. Al fin, sin que sea posible determinar en qué momento sus ojos dejaron de imaginarlo para verlo realmente, aparecían los contornos neblinosos. Un viejo baúl color penumbra. 

Esa existencia que había comenzado a un ritmo lento e indolente, como un punto negro con forma de baúl, se hacía vertiginosa a medida que las sombras huían a todos los rincones, dispersándose como un ejército de hormigas diminutas al ser levantada inesperadamente la piedra que las guarecía.

El baúl se hacía baúl. Y se esfumaba. A la velocidad con que el hombre caminaba dos metros, dejaba de existir por completo. Ya no era ni siquiera un punto negro en la conciencia. Nada. Arregui de los Campos Mora tenía ahora otros puntos negros con formas de otras cosas. Y un baúl menos.

Así se consumía su ciclo efímero. De punto negro con forma de baúl, a nada. De insinuación a vacío. El hombre llegaba, lo intuía, lo alumbraba y lo arrancaba de la vida.

Pero es difícil saber cuándo comienza a surgir una insinuación; en qué momento se gesta una esperanza. Termina abruptamente al estrellarse contra el desencanto y de allí podemos recorrer hacia atrás un rastro amargo sin llegar nunca a detenernos. Siempre retrocediendo otro poco, ¿fue aquí que comenzó? ¿y cómo llegamos hasta allí? Siempre un poco más. El baúl tiene una existencia infinita, y sin embargo ya no existe. De todas maneras, lleva el hombre consigo la insinuación de muchos otros puntos negros con forma de baúl que a su turno se hincharán y se extinguirán; o quizás no tantos.

Así, de esta misma forma, no recordaba Margarita el día en que comenzó a enamorarse de su esposo, pero sabía perfectamente que ese amor había muerto.

Margarita Arregui de los Campos Mora no era capaz de precisar cómo supo de la existencia de un agujero negro en el sótano de su casa, pero sí sabía con toda certeza que a través de él llegaba a su mundo el nuevo dueño de sus desvelos; el responsable de su ansiedad y de sus horas tan largas; y de sus horas sin tiempo.

Una extensa red de túneles, que se extendía por toda la ciudad, desembocaba en el sótano de Margarita. Desde todos los puntos podían llegar amantes ardientes a revivirle recuerdos que nunca fueron más que una esperanza. Insinuaciones. Puntos negros con forma de felicidad. Que se hincharon lentamente para morir deprisa. Iguales a una gota de agua que pende durante horas, adherida al grifo como un pegote, haciéndose cada vez más grande, más redonda. De tímido abultamiento se torna un chichón cristalino. Va engordando. Sin prisa. Sin detenerse. Va creciendo como el vientre de Arregui de los Campos Mora. Día a Día. Después de mucho tiempo cuelga con cierta languidez prendida al borde metálico y en un instante desaparece por el sumidero.

El hombre se acerca a los estantes y toma una botella. El polvo y el salitre se han posado sobre el cristal. Los años opacan el brillo que debería centellear sobre el noble envase.

Con el farol levantado observa en la botella paisajes que sólo él puede ver. Permanece inmóvil en el centro de su círculo de luz; sin nada a su alrededor. Nada existe más allá de su cerco de claridad. Tan sólo existe el vino. Durante años y años ha permanecido latente en la oscura cava del sótano su sabor penetrante y sutil. Esperando ese momento en que por fin se transforme en placer. Instante sublime; único sentido de su existencia. Dormido en la bodega junto a un agujero negro, sin que pueda precisarse cuándo comenzó a nacer la uva que le da sustancia.

El hombre sopesa el vino poniendo en tensión todo su brazo; todo su cuerpo. Parecería que por una vez en su vida es consciente de que las cosas no tienen principio; sólo fin. La historia de ese licor retrocede y retrocede atravesando dramas y familias.

Más y más atrás, serpenteando entre amores y traiciones, celos y orgullos malheridos. Como un río que corre en dirección contraria, remontando la montaña desde el mar. Sus aguas sucias e insalubres tornándose cada vez más claras. Su ancho cauce transformándose en un delgado hilo sin comienzo. Así hunden sus sarmientos en la historia del tiempo las raíces de esa botella. Aguirre de los Campos Mora piensa algo; pero no sabemos qué.

Margarita, desde la ventana de la planta alta, mira la negrura de la noche rociada por discretos resplandores que emergen de otras ventanas, e imagina hasta donde se extenderá la red de túneles subterráneos que desemboca en un agujero negro de su sótano. Entretiene la vista en los núbiles resplandores que salpican la noche. Puede precisar perfectamente a qué corresponde cada uno. Suele contemplar durante horas aquella configuración a la espera de su amado, adivinando si recorrerá, ya, los caminos subterráneos que lo llevan hasta ella, y qué tan cerca estará. Imaginándolo avanzar por los oscuros túneles como un Perseo furtivo y clandestino que sólo intenta evitar al Minotauro; que sólo aspira a los deleites adúlteros y desenfrenados de su Ariadna. 

Ariadna Arregui de los Campos Mora contempla la oscuridad desde la planta alta, con esa ansiedad atorada en el pecho, y, sin embargo, no tiene ninguna cita fijada para esa noche. No es noche de amores. El Minotauro anda suelto.

¿Por qué estará tan ansiosa Margarita?

Las noches que Minotauro Arregui de los Campos Mora no está en casa, su esposa se lo hace saber a su enamorado encendiendo la luz de una pequeña habitación que hay en el lado sur de la casa, y que nunca se usa. Entonces, éste se desliza furtivo por debajo de la ciudad hasta el agujero negro de Margarita Arregui de los Campos Mora; y la ama.

Esta noche, Margarita no encendió el llamado convenido, y sin embargo, se siente inquieta, expectante, aguardando algo que no va a venir; que no debería venir.

El hombre escucha un golpe entre las sombras y levanta la bujía. Por una vez, su atención se atreve más allá del círculo de luz. Sin dejar la botella se acerca hasta el rincón.

Margarita se estremece cuando desde la ventana de la planta alta, su vista se detiene en la negrura del cementerio. Pues debe saberse que hay, en la ventana de Margarita, un gran borrón oscuro; un gran agujero negro en la noche salpicada de claridades. Es allí donde está la boca de entrada a su sótano. 

El parque del cementerio permanece oscuro, de noche como de día. Y Margarita se detiene sobre él, y entre la bruma que despiden las copas de los árboles adivina a su vez un resplandor. ¡No puede ser! ¿Qué significa esa luz donde sólo debe haber penumbras? ¿¡Qué presagio tan funesto es ése!?

Mauro Arregui de los Campos Mora desestima aquellos ruidos y regresa con el vino escogido. 

Su esposa llora en la planta alta, sin saber por qué. Y en la pequeña ventana sur, se extingue un fulgor que no debía estar allí. Una luminaria equivocada. Una doncella aventurera como su ama.

Bajo la ciudad, una red de senderos se extiende silenciosamente alcanzando los destinos menos pensados. 

12 comentarios:

  1. Por favor, sokon. Lo que sea que que agradece, usted se lo merece. Mucho mas.

    Supongo, en cualquier caso, que no es por el cuento que pidio. Este no es cuento de terror. O si?

    El cuento que pidio ya le dije que ya lo ha leido. Falta, nomas, que le encuentre el horror. Pero que apuro hay?

    Este texto es de un volumen de Juan Martin Castellonese, año 2001, titulado «El tesoro de Mazelatti», que termino siendo «La llanura...»

    Le agradezco yo por venir cada tanto a romper el silencio.

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  2. "¿Para qué se construyeron sino para un minotauro?" - J.M.C.

    "Hear the tolling of the bells
    Iron Bells!
    What a world of solemn thought their monody compels!
    In the silence of the night,
    How we shiver with affright
    At the melancholy menace of their tone!
    For every sound that floats
    From the rust within their throats
    Is a groan.
    And the people - ah, the people
    They that dwell up in the steeple,
    All Alone
    And who, tolling, tolling, tolling,
    In that muffled monotone,
    Feel a glory in so rolling
    On the human heart a stone
    They are neither man nor woman
    They are neither brute nor human
    They are Ghouls:
    And their king it is who tolls;
    And he rolls, rolls, rolls,
    Rolls
    A paean from the bells!
    And his merry bosom swells
    With the paean of the bells!
    And he dances, and he yells;
    Keeping time, time, time,
    In a sort of Runic rhyme,
    To the paean of the bells
    Of the bells" - E.A.P.

    Si fuera un médico conocido de la familia Arregui de los Campos Mora, me interesaría mucho estudiar las facciones de los hijos de la pareja. No me extrañaría que tuvieran rasgos en común con algunos vástagos de la familia Pickman de Boston, Massachusetts.

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  3. Jeeeee, usted le pone un color a todo, sokón!

    No creo que sean los Ghouls, no. Pero qué sé yo.

    El Modelo de Picman es mi historia favorita. Siendo algo niño vi en la tele un corto (tipo la Twilight Zone con ese cuento. Me impresionó tanto. Tanto que se me mezclan los recuerdos de la tele y del libro. No puedo decir Pickman sin ver unos ojos rojos agazapados en el interior de un pozo tapiado (y teniendo en cuenta que lo vi en blanco y negro, es llamativo).
    Después volví a leerlo varias veces. Uno de los pocos recursos espeluznantes de Lovecraft son los caminos de la degeneración humana o sus apelaciones a lo humanoide.

    Cuando digo lo de la llanura no es que ese fragmento esté allí. Es que la versión original de la novela era un conjunto de cuentos, y este es uno de ellos.

    Che, está fantástico ese poemita.

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  4. Yo también vi ese episodio, esa versión para televisión del modelo de Pickman, y el recuerdo me aterrorizó bastantes noches durante mi infancia porque el mal no se resolvía, permanecía al acecho.

    Cuando leí el cuento no podía creerlo y al terminar casi saltaba de euforia.

    Hay una novela -mala- de Robert Bloch, que toma El modelo de Pickman como punto de partida. Eones extraños, creo que se llamaba.

    Adivino que otros de sus cuentos favoritos han de ser The Lurking Fear, Arthur Jermyn y, claro, The Shadow over Innsmouth. ¿Es así? Tal vez The Color out of Space.

    No estoy de acuerdo con que Lovecraft tenga pocos momentos espeluznantes (prefiero no usar la palabra recursos que me hace pensar en un 'hack').

    Que ciertas cosas le parezcna más espeluznantes que otras es algo subjetivo. Heber Raviolo desfenestra a HPL en un prólogo. Houellebeq lo idolatra en un ensayo.

    Sabía que terror y horror tienen un origen etimológico común? Vienen de la misma raíz, de las palabras griegas y latinas para 'temblar'.

    Me hizo acordar que Ambroce Bierce tenía algunos cuentos bastante espectrales.

    Leiste 'El curandero' de F. Paul Wilson? Un día tenemos que ir una mañana a la feria de Tristan Narvaja a buscar tesoros de la época de oro de la ficcion rara.

    Abrazo.

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  5. Estaría bárbaro eso de ir buscar tesoros de ficción rara. Este domingo estuve por Ruben, pero no conseguí lo que buscaba.

    Capaz le di demasiado para atrás Love craft con que es uno de los pocos recursos. Pero lo que quiero decir es que cuando entra a meter tentáculos y aliens vs. predatores la caga.

    Heber Raviolo no puede defenestrar a nadie. Dicho esto con todo el respeto que me merecen los almuerzos del domingo.

    (voy a traducir los títulos que me pasó y después le digo cual es mi favorito)

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  6. Los tentáculos esos, ¿aparecen en cuentos de Lovecraft o en cuentos de Derleth?

    ¿Sale una copia de los cuentos esos que derivaron en la novela? Prometo no lucrar con ellos.

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  7. Lovecraft también mete tentáculos. No quieras defender lo indefendible.
    Acá hay, ya, uno de los cuentos ;)

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  8. Hay tentáculos y tentáculos. :-)

    Acá va la letra de una canción de Lou Reed casi lovecraftiana:

    Waves of fear, attack in the night
    waves if revulsion, sickening sights
    My heart's nearly bursting, my chest's choking tight

    Waves of fear, waves of fear

    Waves of fear, squat on the floor
    looking for some pill, the liquor is gone
    Blood drips from my nose, I can barely breathe
    waves of fear, I'm too scared to leave

    Waves of fear, waves of fear
    waves of fear, waves of fear

    I'm too afraid to use the phone
    I'm too afraid to put the light on
    I'm so afraid I've lost control
    I'm suffocating without a word

    Crazy with sweat, spittle on my jaw
    what's that funny noise, what's that on the floor
    Waves of fear, pulsing with death
    I curse my tremors, I jump at my own step
    I cringe at my terror, I hate my own smell
    I know where I must be, I must be in hell

    Waves of fear, waves of fear
    waves of fear, waves of fear

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  9. El asunto no es que los tentáculos te den miedo o no. El asunto horripilante, sacrílego, impío y abominable es el hecho de que (leer lo siguiente en bastardilla para aumentar su efecto)haya tentáculos (fin de bastardilla) donde no debería haberlos.

    Fijese, Wilburn Whately, un paradigmático tentaculero. Lo horripilante no son sus tentáculos, sino que los hereda y de quien.

    Acá se despide sokon, asustando a base de palabras en bastardilla.

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  10. Más asustan los testículos, sokón.

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  11. ¿Solamente los suyos? ¿O también los ajenos?

    ¿O solamente lo asustan los testículos ajenos?

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