La
imaginación yerma del Nomenclator
podría ser síntoma de mezquindad, pero lo más probable es que sea
una expresión genuina, casi honrada, de medianía. Lo cual incluye,
claro, a la mezquindad.
Este
órgano expresa una determinada forma de ver el entorno y de crearlo;
una concepción opuesta a la tesis del Cratilo según la cuál, como
se sabe, el nombre es arquetipo de la cosa. Pero sucede que, a la
larga, la rosa acaba siempre estando en las letras de rosa. Así que
el Nomenclator, al final de cuentas, está creando la ciudad, aunque
él crea que nombra por simple convención humana.
Convención
es un buen nombre de
calle. No es brillante. Convención
Humana o
Humanas
Convenciones, están mejor. Convecciones, mucho mejor. Pero
está bien. Sobrevive
desde una época en que la creación de Montevideo era un proceso más
vivo. Más orgánico al menos.
Carece
de sentido común, estético, humano, sensible, responsable llamar a
una parte de la ciudad: Ángel Rodríguez o Gutiérrez Ruiz. Porque
poner nombres a partes de Montevideo, es una tarea asimilable a la
del nomoteta a quien el creador puso delante de cada cosa,
para que él decidiese cómo llamarla, y completar así la creación.
Bulevar
de los Sueños Olvidados,
Calle de las
Mulatas, Cucarachas, Pasaje del Ornitorrinco, Aguas Servidas, De los
Amores Clandestinos, del Amor Austero, Pasaje de la Sombra
son partes de una ciudad mucho más linda que la que se llama Hernán
Gómez, Ramón de Santiago, José María Guerra.
No
hay nada acá contra los nombres propios. Hay varios de gran
sonoridad: Estero
Bellaco
o Camino Santos
Dumont,
incluso. Pero están mucho más vivos esos barrios que han
esquivado con éxito el afán notarial del Nomenclator y llevan en
sus calles nombres de países, por ejemplo, o de estrellas.
Donde
termina Camino Maldonado la gente anda por Capricornio entre
Acuario y
Sagitario; Centauro; Osa Mayor; recorre la Avenida
de los Astros (que es paralela a Capricornio
pero
llega hasta Tauro);
Urano 2017,
Plutón donde
Perseo hace
esquina con Leandro
Gómez.
Aparicio Saravia atraviesa a Leonardo da Vinci y llega a morir justo
al vértice de Quirón y Perseo.
No
sé, hay cosas para hacer, creo. Calle
de los Prostíbulos, Sudores Súbitos, Tomkinson, Axilas.
Hasta podrían usarse marcas registradas: Nike
entre
Agua Salus y
Canestén.
Prefiría hasta que se licitaran públicamente los nombres antes de
tener de perderme en calles anónimas, enredado en una maraña de
nombres desconocidos de los que probablemente jamás me interese saber
quiénes los usaron.
El
Nomenclator tiene a sus espaldas la tarea de crear Montevideo y la
gente que emanamos de ella como florescencias. No creo que haya mala
intención. Es sólo medianía, como digo. No puedo decir lo mismo de
los arquitectos.
¡Fuerza Nomenclator, estamos con vos!
Todo se transformó en una guía de teléfonos, todo por oscuras motivaciones políticas y mezquinas. Fíjese como borraron del Centro todos los preciosos nombres guaraníes, para poner nombres propios como Ud. indica, gutiérrez, ferreira, patético. A veces, en el afán por nombrar todo con el nombre de fantasmas, nos llevamos lindas sopresas. Mi favorito es Roque Graseras.
ResponderEliminarLo que usted quizás ignora, astllr, es que las calles guaraníes eran en realidad nombres de personajes famosos. Cazadores temerarios, arqueros implacables, chamanes e indias voluptuosas.
ResponderEliminarFue un lindo descubrimiento encontrar, por Punta de Rieles, esos nombres estelares.
Roque Graseras es de los mejores. Sin duda. También acepto los que incorporan una letra inicial como parte del nombre y se transforman en Martín Semartínez o José Leterra.
Juan Lindolfo Cuestas es lindo también. (Mejor: Juan Lindolfo de los Reyes Cuestas York).
Lo de la guía telefónica es contundente.
Juan Lindolfo se las traía.
ResponderEliminarAhora vi que el Nomenclator mandó un comunicado de que la calle Guayabo pasa a llamarse indefectiblemente GuayaboS. Mis maestras de escuela (en Guayabo y Gaboto) se retuercen en la tumba.
Luego otro boludo dijo algún tiempo atrás que no podía haber una calle Sarmiento POR ENCIMA de Bulevar Artigas. Por el puente, no? Porque nada podía estar por encima del prócer.
No debe existir ciudad en el mundo donde las calles cambien de nombre constantemente, es como barajar muertos. Entonces tenemos dos avenidas Batlle y Ordóñez, dos plazas Españas... En el país de la simbología a ultranza, los símbolos a veces se repiten.
Y haber eliminado a Dante del Nomenclator! qué tarados más grandes! En lugar del libro de arena es la ciudad de arena, qué calle me dijo? no la encuentro por ningún lado.