jueves, 1 de noviembre de 2007

Criptografía Sacra para la Paz

La llave Maestra

Agustín Sánchez Vidal

«La llave Maestra» se compone de dos narraciones paralelas. Una, se desarrolla en el presente; la otra, en el siglo XVI. Y como es habitual en esquemas de este tipo, ambas van confluyendo hacia la resolución final del enigma.

Tan bien construido está el entramado de esta novela, que es difícil avanzar de qué va, sin cometer algún pecado de infidencia. Y a su vez, decir que trata de la búsqueda de un tesoro escondido en un laberinto subterráneo, empobrece injustamente el interés que la trama suscita. Ahora, eso sí, es una novela construida exclusivamente en base a trama. No pidáis mucho más.

Comienza con una conferencia de paz entre palestinos e israelíes que se desarrolla, en época presente, en la ciudad de Antigua, una localidad ficticia pero que alude en forma más que directa a Toledo, capital de los godos. Tal conferencia es mediada nada menos que por el Papa. De esta forma se configura el triángulo que va a dominar toda la historia: Judíos, Musulmanes y Cristianos.

Es una genuina novela de aventuras que abarca hechos ocurridos desde la época de Abraham hasta el presente, y nos lleva de España a Marruecos, El Cairo, La Meca, Estambul, y varios puntos más del Mediterráneo. Si en esta obra hay alguna pretensión que vaya más allá del entretenimiento es, quizás, abordar la unidad de esa cultura milenaria que se ha desarrollado en las márgenes del Mare Nostrum.

A medida que la trama avanza descubrimos que lo que está en detrás de todo es la reliquia más sagrada de la antigüedad, y a cual de las tres grandes religiones monoteístas que se disputaron estas tierras pertenece.

Las primeras cien páginas son, quizás, las más aburridas, muy similares al estilo filmográfico de los best-sellers estadounidenses, que más parecen apuntes para el guión de una película que un texto literario. Pero a partir de allí la lectura gana en intensidad y, salvo algunas escenas de acción mal resueltas, el interés no decae en ningún momento.

En los últimos quince años es habitual leer en las contratapas de los libros que alguien lo compara con «El nombre de la rosa», de Umberto Eco. Me vienen a la memoria, al menos, cuatro o cinco. Pero estoy seguro de que hay más (y os invito, queridos lectores, a que cuando se encuentren con uno, vayan dejándonos el título). Esto no es gratuito ya que probablemente Eco instauró un subgénero literario que ha crecido y se ha devaluado bastante, también (incluso en sus propias novelas).

Esta novela no está en esa lista (al menos en su primera edición) y, sin embargo, es el primer libro que me hace recordar la novela de Eco.
Nota al pié: no estaría bien equiparar «La llave maestra» y «El nombre de la rosa». La segunda va a ser un clásico, y la primera va a ser olvidada. Pero igual vale la pena leerla.

Amén de esa manía cinematográfica de la mayoría de escritores de masas (pictura est laicorum literatura), hay en la novela otros aspectos mal resueltos. Por ejemplo hay un abuso de narraciones anidadas. No tengo dudas de que este estilo es deliberado, y coincide con el de «Manuscrito encontrado en Zaragoza», del escritor polaco Jan Potocki, incluso en alguna de las leyendas que allí se cuentan como la de la imprudencia del último rey Godo, Rodrigo. Pero el resultado no es eficaz.

Como contrapartida, es excelente el lenguaje utilizado, sobre todo para la narración del siglo XVI. Además de ser preciso y hasta bello, trasmite la antigüedad de la época sin recurrir a anacronismos gramaticales ni de léxico.

Finalmente, no hay en toda la novela un solo personaje interesante. Debo decirlo. Es un problema habitual en la literatura de entretenimiento. Pareciera que crear un personaje rico, con profundidad, es incompatible con el entretenimiento. No creo que sea así. Creo que esto ocurre cuando el escritor no ha adquirido la habilidad para resolver este koan de la literatura.

Sánchez Vidal cuenta toda la vida de uno de sus personajes, desde la infancia hasta la vejez. Y, sin embargo, en ningún momento deja de ser un personaje plano (igual que todos los demás). En este sentido la novela es mediocre. Y el problema se agudiza por la cantidad de personajes convocados.

Pero, a pesar de estas objeciones, recomiendo la lectura, por interesante (no por bella), por entretenida, por la erudición que sabe desplegar el autor (que una cosa es tenerla y otra saber desplegarla) porque invita a reflexionar sobre varias cosas, porque tiene información curiosa, como la del servicio de postas de los Taxis, una familia que centralizaba en envío de mensajes en toda Europa y que es el origen del popular transporte; porque me dio ganas de visitar El Escorial. Y además, porque intenta (sin mucho énfasis es cierto) constituirse en esa malograda conferencia de paz mostrando a cristianos, musulmanes y judíos, la rica historia que tienen en común.

La editorial Suma de Letras, una de las que integran el Grupo Santillana, ha proclamado varias veces que aspira a publicar novelas de entretenimiento que cuiden, además, la calidad narrativa.
No sé qué tanto se acercan a su objetivo. Sé, sí, que en las tres que conozco, lo han buscado tal meta con decoro. Me refiero a «Camposanto», del mediático Iker Jiménez, «Pandora en el Congo», de Albert Sánchez Piñol; y por supuesto «La llave maestra», del erudito Agustín Sánchez Vidal.

7 comentarios:

  1. «En busca de Klingsor» de Jorge Volpi, premio Biblioteca Breve Seix Barral 1999 (creo) es uno de esos.
    Una de las miembras del jurado sentenció que le recordaba a «El nombre de la rosa»

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  2. En busca de Klingsor fue para mí una sorpresa. Es un muy buen libro. Sin embargo, le falta lo que tiene El nombre de la rosa y que es lo que más o menos diferencia a un buen libro de una obra maestra: sutileza.

    Hay algunos cuentos de Chesterton que son parecidos pero no es lo mismo. El hombre que sabía demasiado es más o menos así. Lo que sí son es obras maestras.

    "Pareciera que crear un personaje rico, con profundidad, es incompatible con el entretenimiento." Como gusta decir mi amigo diego, con su regular soberbia, es una característica de la "literatura para los que no leen"

    Excelente comentario, me dio ganas de leer el libro, no para disfrutarlo, sino para ver si tenés razón. No voy a hacerlo

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  3. Es bastante verdad eso de la sutileza. El tema es que imagino que debe haber una cantidad de cosas sutiles perdidas por ahí porque nadie las entendió.
    Si algo es o no sutil depende más que nada del receptor. El tema es asegurarte de que se establezca la comunicación.


    «El club Dante» de Matthew Peral

    Desde El nombre de la rosa, de Umberto Eco, no había habido ninguna novela tan documentada que haya logrado un éxito internacional masivo, pero El club Dante, un best-seller en Estados Unidos que va a ser publicado en diecinueve países, rezuma investigación, imaginación e historia a partes iguales, y sigue la misma trayectoria..., The Observer.

    Un thriller literario en la línea de Umberto Eco, lleno de sabiduría y variadas influencias literarias, incluida Donna Tartt... Matthew Pearl, de 28 años, experto en Dante, ha escrito una magistral novela de misterio con rara y extrema fineza literaria.. . su publicación en 21 países rivalizará con El nombre de la rosa , de Umberto Eco The Sunday Telegraph.

    Pearl hace lo que un buen autor de novela histórica tiene que hacer: iluminar el pasado con la imaginación, dar vida a las ideas, los temas y las personalidades de la época (...) No existen demasiados escritores que nos recuerden a Umberto Eco, San Jose Mercury News.

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  4. ERRATA: no es Matthew Peral, como si fuera un hijo solitario del españolísimo José Luis, sino Pearl.

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  5. Ese libro lo tendría que leer. De Pérez-Reverte recomiendo El pintor de batallas


    «El enigma del cuatro» de Ian Caldwell & Dustin Thomason

    Piensen en Dan Brown mezclado con Donna Tart y Umberto Eco. El enigma del cuatro contiene asesinatos, amor, peligros y descubrimientos, y al final los protagonistas no sólo corren para resolver el misterio, sino para salvar sus vidas. Publishers Weekly


    (extraído de la contratapa)(ejemplar)
    Si Scott Fitzgerald, Umberto Eco y Dan Brown se hubieran juntado para escribir una novela, el resultado sería El enigma del cuatro. Un logro extraordinario e inteligente: hay que leerlo. Nelson DeMille
    (si alguien -mieditoraquenotengo- quisiera poner esto en la contratapa de un libro mío, primero quizás, sí, le daría un beso, y después me negaría en forma rotunda y definitiva; profundamente avergonzado)

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  6. Las contratapas son un género literario inmundo

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